2018/11/23

[55] EUSKOALBANIA Y CATALBANYA [Y FRANCIA, AL NORTE] II.

Pero, Albania y Francia, ¿qué pintan aquí, se dirán? 
Voy por partes. Albania era un paraíso, el paraíso estalinista por antonomasia, el paraíso que cualquier nazionalismo que se precie promete a crédulos poco prestos a pensar autónomamente, libremente, por si mismos. Los estalinistas son más de lo mismo; diferencia esencial no atisbo, sólo de grado. 
Pero en las jaujas beatíficas y paradisíacas sólo creen los que abrazan el sometimiento voluntario y la ignorancia contumaz, malgré tout. Georges Orwell descubrió su realidad en la Cataluña del 36 y del PSUC, y la describió magistralmente.
Realidad fabulada en la napoléonica Animal farm, pero fiel reflejo de gulags bien reales. En esa granja el más pig de todos, un Pig mayúsculo, se hace con el poder.
De eso se trata, no hay más. De ocupar el poder pese a lo que pese y sin conceder el mínimo resquicio al adversario, que deja de serlo para constituirse en enemigo en ese imaginario nazi. Son, sin más, “... cosas de la política”, como recodaba recientemente.
UNA JOYA...
¿Y Francia?
Que el País Vasco y Cataluña sean dos fuentes de problemas nazionalistas para la España cuyo vuelo indeleble por la Historía ahí queda, es otra ignominia, ultraje y vejación a los más. Dos problemas; dos enormes sumideros de la savia que aún nos mantiene con vida, pese al constante alanceamiento al que se nos somete.
Precisamente por los pasos obligados del transporte terrestres de mercancías con las que surtimos el bienestar europeo; por Irún y La Junquera. 
¿Quién no recuerda el infame vandalismo que en suelo francés, ante la indiferencia de la gendarmerie y la complacencia de la République, sufrieron nuestros transportistas durante años y años, y aún siguen padeciendo siquiera ocasionalmente?
Pasos obligados, sí. Porque exactamente desde el 27.03.1970 el ferroviario por el túnel de Canfranc, la 3ª y única alternativa, se halla interrumpido: la línea férrea Zaragoza-Canfranc-Pau pasó al recuerdo. Y el enlace Sagunto-Zaragoza, absolutamente descuidado.
Las voces que al poco, en mi época zaragozana de estudiante, reclamaban su reapertura, las evoco entre el romanticismo y la melancolía; ahora bien, la memoria juega malas pasadas.
Las más recientes me han parecido más un discurso paticojo, alicorto y ojituerto, que una pretensión seria. Discurso pronunciado, a más a más, con voz queda teñida de los intereses cortoplacistas que la cabaña política exhibe obscenamente con mendacidad, periodicidad y alevosía. Más que discursos, vahos inductores del plácido sopor de la conformidad.

Si Francia no tiene nada que ver en todo ello, y en que la travesía ferroviaria por el Pirineo oscense yazga bajo siete veces siete palmos de estudios, ¡que me aspen!. 

Y es que la apertura de esa vía de comunicación no sólo dejaría con las vergüenzas al aire a tanto majadero, estulto y necio prócer de la inanidad, sino que mejoraría considerablemente la competitividad en varios sectores exportadores, con lo que ello supone de perjuicio en los homólogos foráneos.

LA ESTACIÓN INTERNACIONAL DE CANFRANC
SUMIDA EN LA MELANCOLÍA...

El azar no existe en política. Y menos en la llamada “Internacional”, denominación versallesca, es decir, cínica, de una guerra despiadada o equilibrio precario de relaciones de poder entre “naciones” –reales o presuntas– que se encarnan formalmente en estados.
Las ingerencias en los designios de lo que sería el devenir de la Nación española vienen ya de muy atrás: no menos de tres siglos ha que franceses e ingleses han pugnado por ver quien ejercía un mayor grado de control sobre aquel.
[Recientemente algo he evocado del propósito británico de proseguir con esa intervención tras 1939; con su presencia en Gibraltar lo sigue haciendo, a pesar de que el Imperio tomara claramente el relevo a partir de 1944. Y de la renovación, a partir de 1974 al menos claramente, de la influencia alemana; su actual preeminecia en el teatro de operaciones europeo es palmaria].
Francia, como no podía ser menos, también lo ha hecho. Por ejemplo con un De Gaulle que no quería saber absolutamente nada de los republicanos españoles enrolados en una résistence que desde Londres contemplaba distante; un general absolutamente opuesto a cualquier intervención en contra de Franco tras el 45…
Con el fatuo, engreído y petulante Giscard, recompensado con académica inmortalidad, corrompido por los diamantes del “emperador” centroafricano Bokassa, e instigador, o cuando menos cómplice permisivo, del santuario etarra en el extremo SO del hexágono...
O con Miterrand, respaldo más que interesado del venal Psoe de González&Co; el Miterrand que salpicara la Presidencia de la Vª República con la iniquidad del terrorismo de estado... también. Él fue el responsable del hundimiento del Rainbow Warrior en aguas de Aukland que ocasionó la muerte del fotógrafo portugués Fernando Pereira... ¡Vaya tropa! 
Y, por si cupiera duda, el abatimiento, postración y sometimiento inducidos a los españoles en Nación, tiene su refrendo en el malhadado texto constitucionario de 1978
Garcés lo establece con meridiana claridad:
La transición fue una "reforma del Estado" que, en la práctica, no se propuso "nacionalizar" el Estado y enraizarlo en la Nación mediante la devolución a los ciudadanos de su plena soberanía interior y exterior. A los españoles se les redactó un texto constitucional mejor preparado para la integración-disolución del Estado en el sistema de la Europa de la guerra fría. Ninguna Constitución europea incluye el equivalente del art. 96.1 de la española: las disposiciones de los tratados internacionales "sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas del Derecho Internacional"”. 
Tales son las consecuencias del arrinconamiento, postergación y arrumbamiento de la Nación, aunque este hecho escape a gente muy sagaz, preparada e inteligente. Al general Fernández Monzón, por ejemplo.

Y como es claro que la Nación sólo puede comparecer mediante representantes, y estos no surgen sino de distritos electorales unipersonales, el itinerario es -como poco, proceloso.
Desde luego que individuos de la calaña de los promotores de una épica de coronel Tapioca no comparecerían en la escena pública: los que hoy atraen el foco de unos medios tan estúpidos como ellos y nos arrastran a un precipicio por el que es muy posible que acaben despeñados.
¿O de verdad creen Uds. que los Sanchos, Puigdemontes, la grey y cohorte descerebrada ad hoc, promovida por émulos de los de “vivan las cadenas”, los negacionistas del exterminio comunista soviético, más de 100 millones de muertos víctimas de las dos grandes guerras y los campos de exterminio, según el repórter viajero Kapuscinski; negacionistas también de nuestra historia reciente o rufianescos primates fascistoides al estilo de los Tardás&Co, que en Atapuerca estarían preteridos al más bajo puesto de la escala social, entrarían en la escena? ¡Vamos hombre! ¡Por favor!

Ahora bien, un recuerdo a los supremacistas-racistas y criminosos impulsores del Pays Albano-Basque y Albanya, empeño periférico y neo-tribal. Acabamos de cumplir el centenario del armisticio de la 1ª Gran Guerra; con la 2ª, y la más reciente de los Balcanes, han sido la fuente de la que han brotado los últimos corrimientos de fronteras y la aparición de otras nuevas en la Europa Occidental. No sé si lo entendéis; motivos tengo para dudarlo.




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