2016/05/18

[30 rev] LONDRES, 1940: UN TRÍPTICO IMPRESIONISTA

«¿Qué mejor acercamiento a la pintura que deleitarse en 
la contemplación de un buen cuadro?»

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Claudio García & Cía [Montevideo, 1941] fueron los primeros editores de La Agonía de Francia.
Desconozco en qué momento preciso Manuel Chaves Nogales comienza la pintura del cuadro que muestra con mano maestra –él estuvo allí– las sombras agigantadas que se cernieron sobre Francia, a la que acabaron envolviendo las acometidas de la barbarie... [debo mi acercamiento al texto de Chaves al muy entrañable Horacio  Vázquez Rial, al reseñar en El síndrome de Vichy su reedición en los Libros del Asteroide, Barcelona, 2010].
Chaves emprende camino a Londres desde Burdeos, tras la dimisión y caída del gobierno Reynaud, algún día después de ese domingo 16 de junio de 1940. Para entonces Augusto Assiael único corresponsal español allí destacado, ya ha transmitido a la redacción barcelonesa de La Vanguardia numerosas crónicas y cables [Londres a obscuras, fechada  el 03/12/1939, es la primera que recoge uno de mis libros predilectos, el ejemplar amarillo/mostaza de Cuando yunque, yunque, Ediciones Mercedes, Barcelona, 1945. Los Libros del Asteroide, Barcelona, 2015, también han reeditado las crónicas de Assia, en un volumen que incluye una segunda parte no menos magnífica que la primera, Cuando martillo, martillo, y que cubre la 2ª fase de la guerra, entre julio del 43 y mayo del 45].
Georges Orwell, por su parte, viene colaborando desde finales de marzo con Tribune... y prosigue con la redacción de su celebérrima Animal farm/Rebelión en la granja, que culmina a finales de 1943. 
Según anota en La libertad de prensa –el magnífico texto de Orwell elaborado para prologar la obra, descubierto en 1971– la idea central data de 1937, momento en que el periodista ya ha conocido lo que significa el estalinismo como estrategia, y el uso de la mentira al servicio de la misma, en el PSUC, el Partido Socialista Unificado de Cataluña [antes del 16/10/2018 se podía leer, por error, Partido Comunista de España]. En la Cataluña a la que él llegó en la Navidad de 1936, dispuesto a “... matar fascistas porque alguien debe hacerlo”, tuvo cumplida experiencia de que había algo mucho peor y más peligroso que estar en contra de los estalinistas del PCE, era ser uno de ellos.    
Orwell, Assia y Chaves Nogales  
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Chaves navega junto a un reducido grupo de “... personalidades francesas, escritores, políticos, periodistas, los más significados, los más representativos de Francia, los que con mayor tesón y coraje habían luchado contra el hitlerismo, se libraban en el último instante no ya de la muerte, la deportación, o el confinamiento en los campos de concentración hitlerianos, sino de la servidumbre oprobiosa al vencedor, mil veces peor y más aflictiva ahora que todas las esclavitudes clásicas”, escapa a la Gestapode la que era pieza objeto de captura, acomete un segundo y definitivo exilio.
La travesía,  tan apenas un mes más tarde de que se desencadenara el ataque alemán sobre territorio francés, le llevaría a tierras del Reino Unido en un contratorpedero de la  “Unión Jack”, en sus propias palabras; lo relata en las primeras páginas de ese su último libro.
Hubiera deseado poder anotar algunos elementos ausentes en las líneas de Chaves, como el nombre del navío, el día que zarpa, y algo sobre su pasaje –por ejemplo Raymond Aron partió de San Juan de Luz en periplo similar por esos días de junio–. Entretanto me animo a trazar unas tenues pinceladas acerca de las “coincidencias londinenses” que se dieron con Orwell, Assía y Chaves.

La Inglaterra en la cual «las reformas se superponen a las instituciones», como parece dijo Taine, «y el presente, apoyado sobre el pasado, lo continúa», plantó cara ferozmente a la invasión de las sombras: «Defenderemos nuestra Isla a cualquier precio, lucharemos en las playas, en los campos, en las calles; no nos rendiremos jamás». 
Con esas palabras Churchill se refería también a la realidad políticomoral: era ni más ni menos la libertad lo que se dirimía, libertad que sólo perduró en Inglaterra –el único reducto europeo que por entonces hizo frente a la barbarie nazi, la única nación europea que defendió sin desaliento el bastión de la libertad– en aquellos momentos tan aciagos del pasado siglo.
En la sombría atmósfera de la guerra es en la que Assía se entrega a rasgar las –por otra parte tan peculiares–  brumas londinenses para que algunos rayos de esperanza se entreveraran con ellas.
El Támesis bajo Westminster. Claude Monet. 1871 
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En el Londres de comienzos de los primeros 40 coincidieron los tres magníficos periodistas que inspiran estas líneas.
Chaves prosigue exilio y labor periodística: el Evening Standard edita sus columnas, las emisiones para el exterior de la BBC cuentan con su presencia y crea su propia agencia de noticias, The Atlantic Pacific Press Agency.
Assía goza del singular privilegio de una corresponsalía con la que cubre las vicisitudes de la larga noche bélica y, a contracorriente de la atmósfera que reina en España, muestra una confianza inquebrantable en el triunfo aliado que no es sino el de la causa de la libertad. De paso colabora con la BBC, en la que impulsa un pionero programa en gallego.
Orwell mantiene firme su combate contra el totalitarismo marcado por la guerra de España y otros acontecimientos, ocurridos en 1936-1937, que  «... cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba. Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo».
Declarado “no apto para cualquier tipo de servicio militar” por la Junta Médica, su carácter irredento pronto le brindó la oportunidad de participar en actividades de guerra al unirse a la National Guard... Y a participar en algunos programas de radio para el Eastern Service de la BBC.
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Ciudad, profesión, colaboraciones, firme defensa del valor de la libertad y su aborrecimiento a cualquier totalitarismo –a pesar de los sentimientos más o menos difusos de simpatía al comunismo en algún momento de sus vidas, acaso no en Assia ,... ¡cuántas y qué gratas coincidencias!
 Y el testimonio imborrable que nos pone a salvo de tanto falseamiento sectario de la historia que se nos ofrece.
 ¡Cuántas sombras por desvelar de personajes y días, alguno de los cuales quizás los reuniera en algo más que un saludo de mera cortesía...!
Lástima que a Chaves no le resultara posible conocer el episodio del desembarco ni leer la Rebelión en la granjaY que no tenga noticia de qué sentimientos suscitó en Assia ese cuadro, sin duda a la altura de las mejores tablas de Goya, todo un preludio impresionista... 
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«En tanto que periodista, Orwell  repetía sus ideas dentro de los más diversos contextos, insistiendo sobre ellas en gran parte porque, al estar persuadido de su certeza, no podía evitar hacerlo», comenta quien certificó que La Libertad de prensa era obra de Orwell, el profesor Bernard Crick. De algún modo me considero seguidor de esa conducta: sólo el conocimiento –siempre incompleto– nos acerca a la libertad. Y no está mal acercarse al conocimiento con esas lecturas tan recomendables para tratar de colmar el anhelo de no sentir sobre nuestras cabezas el yugo del sometimiento.

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