¿Echarse la siesta?, ¡pfv, qué ordinariez!
1. Hará cosa de 10 días, creo, que leí en los avances que recibo de The Telegraph que la productividad del UK estaba ya por debajo de la de Eslovenia, o Eslovaquia, no recuerdo bien.
Lógicamente, el avance señalaba la preocupación que el hecho -el retroceso-, debería generar entre público, los súbditos de su graciosa (¿?) majestad*, y autoridades, por lo que en sí representa.
* De buena gana hubiera escrito "gracioso", porque me da cosa tildar de "graciosa" a SM Charles III, tan serio él.
Viene a cuento porque creo que es idea común -aunque de ningún error común esté exento- que se tiene la idea, en el continente, de que la siesta, una de nuestras enormes aportaciones a la cultura universal -si fuera genuinamente nuestra-, es cosa de haraganes, holgazanes, gente de vocación ociosa o de muy baja productividad (aunque algunos de los piensen esto evidencien adolecer de savoir faire...).
¡Qué maltrato al mejor postre -auténtica delicatesse- que se pueda añadir a cualquier menú de la más esmerada cocina mediterránea!
Lo añadiré al cúmulo de dicterios que acumula la malhadada leyenda negra, a sabiendas de que lo que perdura es la infamia, porque la fama es efímera...
2. La edición de 1934 de "Haciendo de República", de D. Julio Camba, publicada por Espasa-Calpe, incluye esta cita justo tras el preámbulo del autor "¡Pasen, señores, pasen!..."
Si las denominaciones son justas, el orden reina; si son equívocas reina el desorden. El que confunde las designaciones corrompe el lenguaje. Las cosas prohibidas sustituyen entonces a las permitidas. La inexactitud toma el lugar de la exactitud y lo falso ocupa el sitio de lo verdadero. Allí donde reina el desorden es que las designaciones de las leyes no están en su debido punto ... El príncipe de Tsi, espíritu confuso, podría servirse de la expresión shi, pero no sabía con certeza lo que esta expresión significaba. (Del Lu shi ch'un ts'in)
La persona noble escoge sus designaciones de tal modo que puedan ser empleadas sin equívoco en el discurso, y compone sus discursos de tal suerte que puedan, sin equívoco, transformarse en actos. (Del Lun-yu)
De donde se deduce que todo poder que desea trastocar el orden establecido -y la pulsión del poder, de cualquier poder, es la de ejercerlo sin control-, comienza por trastocar el lenguaje, desposeyendo las palabras de su genuino significado (y no voy a repetir mi letanía preferida porque, para eso, mejor leer [175] LA DUDA)
Es decir, a ver si sé expresarme con meridiana claridad: si un poder que se instituye altera las denominaciones, tiene Ud. un 99,98% de probabilidades de acertar si le supone una pulsión de fondo de inequívoco carácter autoritario-fascistoide, abisal.
Ahora bien, no siempre que se altera una denominación se incurre en las perversiones que señalaba D. Julio, como ahora mismo voy a demostrar.
Yo, por ejemplo, hace ya un tiempo que no me echo la siesta. Llegó un momento en el que mi ánimo entendió que eso era una ordinariez impropia de mi persona, y que lo que procedía, en adelante, era -lisa y llanamente-, irme a hacer un elogio de la horizontalidad....
¡Puedo jactarme de que el resultado ha sido excelente!
Y al continente, ¡que le zurzan!