He tratado, en vano, de que este texto tuviera hueco en alguna otra tribuna en la que -a priori- su difusión fuera mayor. Tras un par de meses de intento sin éxito alguno, vuelvo a este puerto franco para mis cabotajes de vuelo alicorto ... porque tildarlo de gallináceo es un exceso. Por su extensión, unas 3500 palabras, lo presento fragmentado.
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La familia Tocqueville—Le Peletier de Rosanbo, con el joven Alexis al dictado. (Anónimo; colección privada) [1] |
I. De entre las lecturas preparatorias de la ya editada Correspondencia de Alexis de Tocqueville con Arthur de Gobineau... [2] con la que prosigo la andadura comenzada con El Antiguo Régimen y la Revolución [3], destaco la de Tocqueville y el lado oscuro del liberalismo, de la Profesora Mª José Villaverde [4], y Les débuts litteraires de Gobineau à Paris, première époque, 1835-1846, tesis defendida por R. Béziau ante la Universidad París IV, Sorbona, el 3 de junio de 1978 [5].
De la primera, y de acuerdo con el rótulo de este artículo, me centro en la temprana referencia que se hace a la aceptada propensión –o pulsión, acaso– melancólica de Tocqueville. Temprana, porque ya en la 6ª página de la Introducción, la 16 del texto, se aborda el asunto.
Así, leo que Luis Díez del Corral lo caracterizó como un alma supersensible, desasosegada por el sentimiento de la responsabilidad, de la perfección inasequible y la desesperanza; que el propio Tocqueville le dice a Royer—Collard que no le debe reprochar demasiado esta tristeza improductiva porque Ud. ha contribuido más que nadie a generarla. Sus sombrías perspectivas acerca de este país me han causado una impresión profunda; y, que en la carta que un Tocqueville en plena madurez (fallecerá apenas dos años más tarde, el 16ABR1859) envía a Sophie Swetchine –el 26FEB1857– , también poco antes de que ella falleciera (10SEP1857), le habla del poso de melancolía y descontento que anidaba en su alma, del malestar interior del que no se había podido curar…[6].
Prosigue Mª J. Villaverde, en la siguiente, con la atribución de Una propensión melancólica con matices románticos, al decir de Carl Schmitt, acrecentada por todo tipo de derrotas –como aristócrata, como liberal, como francés, e incluso como europeo–, derrotas no solo provocadas por un desgraciado azar sino por su propio destino, por su propia naturaleza y existencia (con lo que -a mi modo de entender- se trataría de una pulsión, algo inherente a la persona y no sobrevenido a lo largo de su existencia). O de vencido persuadido de la verdad del vencedor, como lo caracterizó Guizot, a cuyos cursos en la Sorbona había asistido en 1829—1830 [7], apreciaciones que abren un buen campo de posibilidades al análisis y el comentario que, en este caso, queda como mera posibilidad.
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II. Así que, de todas ellas, a la que me aferro por más familiar –sin duda– es la de la carta a Sophie Swetchine.
Más familiar porque un pasaje de esa carta obra en Alexis de Tocqueville. Sobre las religiones. Cristianismo, hinduismo e islam [8], antología comentada de textos tocquevillanos, recopilados por Jean-Lois Benoît, en los que el hecho religioso es el leitmotiv y de cuya traducción fui responsable.
La Sra. de Swetchine (1782-1857), emigrante rusa y mujer de letras, hubo de abandonar San-Petersburgo por haberse convertido al catolicismo. Tocqueville la conoció sin duda en 1853, estableciéndose entre ambos una relación de confianza que le impulsó a confidencias que no hallamos en ningún otro lugar [9].
Mme. Swetchine tiene su hueco en la obra de Béziau por el influjo que brotaba de las tertulias celebradas en sus salones, frecuentados por destacados personajes de la sociedad parisina del momento, por lo que me merece dedicarle una breve digresión.
Sus invitados procedían la alta sociedad literaria, política y eclesiástica francesa, a veces del exilio ruso, y durante más de tres décadas -de 1826 a 1857- dieron vida a unas reuniones de alto nivel intelectual. El especial interés que suscitaban las cuestiones de la religión y la Iglesia propiciaba la presencia de destacados católicos, como el arzobispo de París, Hyacinthe-Louis de Quélen, el abad Félix Dupanloup, más tarde obispo de Orleans, y Prosper Guéranger, fundador de la abadía de Solesmes. Parece ser que el llamado catolicismo liberal marcaba la tónica dominante y, de entre todos, Béziau señala a Armand de Melun, Alfred de Falloux y Henri Lacordaire, que refundaría la Orden Dominicana en Francia, como los más destacados. Merecen ser mencionados otros personajes, como Charles de Montalembert y Augustin Cochin, o Victor Cousin y Alexis de Tocqueville que también hallaron una cálida acogida en ese círculo de debate ciertamente influyente [10] [11].
Del padre Lacordaire añadiré que Tocqueville destacó su elocuencia en la época en la que la práctica religiosa halló un nuevo impulso, justo cuando más patente era la separación Iglesia-Estado:
Desde que la religión está al margen de la política, un sentimiento religioso, vago en su propósito pero ya muy potente en sus efectos, se constata entre los jóvenes. La necesidad de una religión es una expresión común de sus conversaciones. Muchos son creyentes, todos querrían creer. Este sentimiento los lleva a las iglesias cuando un predicador célebre debe pronunciar el sermón. Cuando me fui de París un joven sacerdote, dotado de una extraordinaria elocuencia, exponía todos los domingos en la catedral las justificaciones de la religión. Casi cinco mil jóvenes asistían regularmente a sus sermones. En medio de ellos se sentaba, con sus hábitos religiosos, el mismo arzobispo de París, cuyo palacio había sido saqueado y destruido hace cuatro años, y que por más de un año se había visto obligado a mantenerse escondido como un proscrito. Nunca se había visto un espectáculo parecido bajo la Restauración, cuando los obispos tenían un sitio en la Cámara de los pares y en el Consejo del rey, y cuando la influencia política de los sacerdotes pasaba por ser todopoderosa.
Fue él –precisamente– quien ocupó en la Academia la vacante que produjo la muerte de Tocqueville, y por ello el encargado de protagonizar su panegírico, en cuyos primeros pasajes proclamó:
Caballeros,
Debo agradecer a la Academia dos cosas: la primera, por haberme llamado a su seno; la segunda, por haberme hecho sucesor del señor de Tocqueville.
El señor de Tocqueville murió joven. No tuvo el tiempo como cómplice de su gloria, y ya sea que lo miremos como escritor, orador o estadista, cuando miramos sólo la edad y el trabajo, aparece como un edificio inacabado. Y, sin embargo, si nos levantamos para escuchar los ecos de nuestra memoria, de ella se eleva hacia el alma una voz a la que nada le falta en brillo, en plenitud, en profundidad, una voz que ya tiene el aliento de la posteridad, y que convierte al señor de Tocqueville en uno de esos nombres soberanos cuyo reinado no debe perecer. Un hombre singular entre todos los que hemos visto, no debía su fama a ningún partido, ni sirvió a ninguno.
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... (sigue)
[1] Imagen capturada en www.archives-manche.fr/informations-pratiques-1/publications/beaux-livres/les-memoires-dherve-de-tocqueville
[2] CORRESPONDENCIA DE ALEXIS DE TOCQUEVILLE CON ARTHUR DE GOBINEAU. 1843-1849. (1ª Ed. absoluta en español). Libros F. Caro; Zaragoza, Septiembre 2024. ISBN 9788412911222-7 (221 pp; 410 gr. aprox; 16,5 cm. x 23 cm.)
[3] Alexis de TOCQUEVILLE. El Antiguo Régimen y la Revolución. Libros F. Caro; Zaragoza, Octubre 2023; ISBN 9788409368433 (310 pp; 580 gr. aprox; 16,5 cm. x 23,5 cm.) .
[4] Mª José VILLAVERDE. Tocqueville y el lado oscuro del liberalismo. Guillermo Escolar, Madrid, 2022, ISBN9788418981784.
[5] Roger BÉZIAU. Les débuts littéraires de Gobineau à Paris: première époque, 1835—1846, (3 t.). Atelier National de Reproduction des Thèses. Université de Lille III, 1982. ISBN 2-307-56246-X; EAN 9782307562467.
[6] Villaverde, 2022: 16.
[7] Villaverde, 2022:17.
[8] Jean-Louis BENOÎT. Alexis
de Tocqueville. Sobre las religiones. Cristianismo, hinduismo e islam. Encuentro.
Madrid, 2013,
ISBN 9788499201689 (la 1ª edición francesa, en Bayard, está fechada en 2007).
[10] El apunte se basa en el
artículo dedicado a Sophie Swetchine en www.en.wikipedia.org/wiki/Sophie_Swetchine.
[11] Según R. Béziau, la influencia de Mme. Swetchine y del padre Lacordaire hizo bascular el poso protestante de Hercule de Serre –amigo íntimo de Arthur de Gobineau por entonces–, que acabó abrazando el catolicismo (1838). Sin embargo, el efecto sobre un Gobineau, impregnado de escepticismo en casi todos los órdenes de la vida (Gobineau manifiesta sus sentimientos religiosos su hermana Carolina, monja en la Abadía de Solesmes, en una carta de marzo de 1839), no tuvo ese alcance: el sentimiento de la fe parecía incompatible con su racionalidad.
[12] L'Académie Française y l'Académie des sciences morales et politiques son entidades diferentes; ambas forman parte del Institut de France, entidad que agrupa a las cinco academias francesas. Las otras tres son l’Académie des inscriptions et belles-lettres, l’Académie des sciences, y l'Académie des beaux-arts. L’Académie des sciences morales et politiques, fundada en 1795, fue suprimida en 1803 y restablecida en 1832.