Einstein exhibe sin ambages el abisal desprecio que los políticos de Washington le inspiran...
De
Oppenheimer, la película, voy a comentar una de las escenas que protagoniza Albert
Einstein.
Creo que
aparece en tres, pero dejo de lado la que “Opp” le pide que confirme la
corrección de unos cálculos matemáticos por lo anecdótico de su carácter.
Digo creo porque, tras el torrente de imágenes que ciento ochenta minutos de película ofrecen, con pasajes trepidantes a los que se añade el estruendo de la proyección, me es complicado recordar con la fidelidad que quisiera algunas escenas. En situaciones similares he resuelto la duda regresando al día siguiente a la sala, peaje que en esta ocasión no estoy dispuesto a pagar.
En la tercera y última, Einstein vaticina a “Opp” que será castigado... como así fue.
A resultas de una parodia de proceso urdido por el rencor abisal –sordo, negro y profundo– de un político de Washington, "Opp" sería denigrado, humillado, hecho picadillo en el teatro de la opinión pública, y se le privaría de su "acreditación de seguridad", obstáculo suficiente para impedir su acceso a cualquier puesto académico de responsabilidad. No obstante–al final, sería rehabilitado y homenajeado públicamente*.
(*) Estos dos últimos párrafos rectifican una redacción precedente, en la que situaba el vaticinio de Einstein con posterioridad al proceso, lo cual es un error.
Albert Einstein |
Los vaticinios de Einstein se cumplieron, como se cumplió aquel en el que señalaba que las ondas luminosas serían desviadas de su trayectoria a su paso por las proximidades de un objeto celeste masivo –un intenso campo gravitatorio.
Einstein aducía saber empírico, conocimiento positivo surgido de su propia experiencia, en un caso; y saber científico, fruto de su intuición y profundidad de análisis, en el otro.
En la
escena, evocaba el homenaje que él mismo recibiera de la nueva generación de
físicos que se adentraban en el campo de la Física Cuántica, relevo de la
Relativista en la vanguardia de esa bellísima ciencia (homenaje en el que estoy
por decir que el propio “Opp” figuraba entre sus promotores, según la película, creo);
eso por un lado.
Einstein enjuicia
con perfecta nitidez lo que es fácil ver cada día a nada que se mire con
sosiego: la naturaleza de los homenajes.
Los
homenajes. Meras ocasiones, en los que los instigadores predan, esquilman el lustre
del homenajeado, flash que ilumina la escena, naturalmente para su propia
gloria, brillo y esplendor. En una obscena inversión de sujeto, el
“homenajeador” es quien resulta realmente homenajeado, autohomenajeado, lo cual es cosa
gratísima a cualquier político de Washington; a cualquier político, en
definitiva.
Por otro, por
ser conocedor de la naturaleza y esencia de esa canalla “de Washington”, de la
del rencoroso, taimado, cínico, ambicioso… –los atributos de los políticos de
“raza” de todas las épocas–, que Strauss compendia y exhibe en grado sumo, Einstein
–en la 1ª de sus escenas, no le dice ni “hola perro”, primera gran afrenta que
carcome al aspirante a Secretario de Comercio del Gobierno Federal.
Einstein
exhibe sin ambages el abisal desprecio que el tipo, paradigma de la especie, le
inspira. El mismo que los del retablo de las maravillas que se representa en el
Patio nuestra Villa y Corte puede provocar a nada que se tenga un poco de
decoro, honestidad intelectual e integridad moral.
Para
acabar, no pude evitar la evocación del caso del profesor Weizmann y Lloyd
George durante la 1ª gran guerra. Referiré de inmediato sus trazos.
La acetona era un componente esencial de la cordita, un propulsor sin humo para proyectiles y balas. Lo utilizaba el ejército británico desde 1889, cuando reemplazó por primera vez a la pólvora negra. Aquella cordita se componía, en esencia, de nitroglicerina y nitrocelulosa (algodón pólvora), y en su proceso de fabricación se precisaba del empleo de acetona como disolvente clave.
Cuando
estalló la guerra en 1914, las existencias de acetona para uso militar eran
apenas 3.200 toneladas, y pronto se hizo patente la necesidad de un suministro
alternativo. En la primavera de 1915 la situación apremiaba dada la penuria de
proyectiles, la llamada "crisis de proyectiles", que redujo a cuatro al día los
disparos de algunas armas británicas.
La respuesta del gobierno británico fue crear un ministerio de Municiones, dedicado a solucionar el problema, dirigido por el futuro primer ministro David Lloyd George. Una de las primeras iniciativas de Lloyd George fue solicitar del profesor Chaim Weizmann, que trabajaba en el departamento de Química Orgánica de la Universidad Victoria de Manchester, una manera industrial de sintetizar acetona, logro que permitió al Reino Unido salir de aquel atolladero. (1)
Parece ser que el Almirantazgo instó al Profesor Weizmann a que expresara cómo deseaba ser recompensado: lo solicitado fue ni más ni menos que un compromiso de apoyo al establecimiento de un "hogar nacional judío", anhelo que se se satisfizo a finales de 1917 con la Declaración Balfour…
El resto de
lo acaecido lo dejo de lado, salvo que, más de 30 años después, 17 de febrero
de 1949, Chaim Weizmann fue proclamado primer presidente del Estado de Israel. (2)
(1) Pasajes basados en https://www.bbc.com/mundo/noticias-41669681
(2) Basado en la entrada Jaim Weizmann en wikipedia
Fernando .Es un placer leerte por tu erudito relato que lo conviertes en una amena página de la historia.
ResponderEliminarPienso que los grandes sabios tienen una cierta dificultad para tolerar la competencia y por eso se odian y se denuncian.
Buscaré la película para verla cuando regrese a mi pazo urbano..
Un saludo Diego Armario
Querido amigo Diego, siempre al quite con generosidad que no sé bien cómo agradecerte.
ResponderEliminarOppenheimer es película de reciente estreno que merece ser vista en sala, y creo que se mantendrá en cartelera por un tiempo, dado su interés. No sé en tu entorno, pero aquí en Zgza es posible verla en una sala, con más de 300 localidades, en sesiones con apenas una docena de espectadores...
Por otro lado, lo de tu "pazo urbano" me abre todo un mundo de idílicas fabulaciones que me llevan a desearte que lo disfrutes como mereces.
Un abrazo con todo agradecimiento.
Magnífica la anécdota de Weizmann. Ya en el Evangelio los demonios piden que el Señor los convierta en una grex pecorum
ResponderEliminarAy, de los políticos mediocres, natío viperum
Adivino tras esas líneas la clásica mano maestra del Maestro -transmisor entusiasta de su saber del mundo clásico, amigo Martín-Miguel Rubio Esteban.
EliminarMi abrazo y mi agradecimiento, Martín-M.