UN DISCURSO DE LOS IMPUESTOS
Un
"Discurso de los impuestos", por sencillo que sea, requiere
una triple consideración: la de la dualidad Nación/Estado por un lado;
una reflexión acerca del sentimiento de "libertad" por
otro; y el significado que en ese marco adquieren el conjunto de las exacciones que nos afectan, finalmente.
1.
En lo que concierne al binomio Nación/Estado es preciso repetirlo:
el concepto de Nación política moderna que manejamos, se refiere a
las Naciones surgidas
tras 1789 y la derrota del ejército prusiano en Valmy, el 20 de
septiembre de 1792, a manos de las tropas de François Christophe
Kellerman: al grito de "Viva
la Nación" y
justamente el mismo día en el que la Monarquía francesa cae abatida
por la República alentada por una Asamblea soberana, la Convención.
La
Nación francesa surge ahí en conflicto con las realidades
políticas centroeuropeas existentes. Históricamente, la mera
presencia de naciones limítrofes se manifiesta para cualquier
nación europea como una fuente de conflicto permanente más o
menos manifiesto, lo cual conlleva, indefectiblemente, la necesidad
de que hayan de sustantivarse elementos/instituciones capaces de
asegurar su pervivencia. Es ni más ni menos que el sentido de
empresa que le es propio a la empresa por excelencia:
la Nación.
Realidad
política resultado de un soporte físico, el grupo social asentado
en él y el sistema de convivencia organizada establecido; he ahí la Nación. Realidad
separada de otras naciones
por fronteras
[convencionalmente identificamos Nación con el grupo social, al dar
por sentada la presencia de los otros dos elementos]. El Estado lo
configuran el conjunto de las instituciones
de que la Nación se dota para
asegurar su pervivencia a lo largo de la Historia.
Nación
y Estado se nos muestran así como realidades separadas pero
complementarias: la Nación decide, es sede per se del "poder
legislativo", y ha de mantener un permanente y cauto
principio de desconfianza hacia el Estado, que se sustantiva como
"poder ejecutivo". Lo debe
someter a permanente vigilancia para evitar sus excesos, lo que
conlleva la necesidad de un tercer elemento, el "poder
judicial", órgano u elemento de control y arbitraje en
las inevitables fricciones que han de surgir y surgen entre Nación y
Estado.
2.
Si nos asomamos al "sentimiento"
de Libertad hemos de convenir que, considerada como mera capacidad de
elegir, de optar, se asienta en dos pilares: el soporte económico y
el del saber acumulado.
La
mera satisfacción de las necesidades elementales que la vida
cotidiana requiere, precisa de la disposición de recursos económicos
suficientes. A mayor holgura económica, mayor capacidad de acceso a
todo tipo de bienes, mayor campo de elección abierto más allá de
la mera supervivencia.
Pero
esta posibilidad puede ser aplicada tanto de manera "recta"
como de manera "torcida", en el sentido platónico de
la alternativa. El que se aplique de manera" recta" presupone
atesorar el criterio adecuado para ello, criterio que en cada persona
se forja de acuerdo con sus dotes naturales, su personalidad, y el
desarrollo posible que los factores sociales, en los que se ve
inmersa, le permiten. Y entre los factores sociales los recursos
económicos mencionados, precisamente, juegan un papel
cuasi-determinante.
A
su vez esa forja personal surgida del aprovechamiento de las
facultades naturales posibilitará el acceso a circunstancias
económicas diferentes, estableciéndose una relación clásica de
interdependencia, una relación dialéctica entre ambos componentes.
A
modo de síntesis: el potencial económico, esencial para el
sostenimiento de una vida en condiciones de dignidad, condiciona el
potencial de perfeccionamiento y aprovechamiento de las facultades
naturales. Del resultado de tal proceso depende, a su vez, el campo
de posibilidades que se abre en el terreno económico. Y en el del
ejercicio de la capacidad de elección que aquí, simplificando,
asimilamos a libertad. Pese a no ser una magnitud, pese a no ser algo
mesurable, convenimos que existen “grados
de libertad”. Y que la persona atesora más
cantidad de, o mayor libertad cuantos más recursos económicos e
intelectuales tenga a su disposición.
O enunciado como "Ley de hierro de la fiscalidad": A mayores impuestos menor libertad, es decir, mayor sometimiento, mengua de la consideración de la condición de ciudadanos en favor de la de súbditos/vasallos/pasivos sujetos pasivos tributarios. ¡Qué lindeza!
O enunciado como "Ley de hierro de la fiscalidad": A mayores impuestos menor libertad, es decir, mayor sometimiento, mengua de la consideración de la condición de ciudadanos en favor de la de súbditos/vasallos/pasivos sujetos pasivos tributarios. ¡Qué lindeza!
3.
Queda por analizar el tercer elemento en liza. Para sostenerse, el
Estado precisa de recursos económicos que son aportado por la
Nación y para ello se arbitran toda suerte de exacciones. Si se acude a financiación extra-nacional, o deuda a secas,
será la Nación la que haga frente a su pago más o menos tarde:
diferir el pago para endosárselo a quien venga después, sin que
haya tenido nada que ver con los acreedores, puede alcanzar cotas de
irresponsabilidad* supina pero ese es el juego que algunos, para arroparse de vacío, denominan "keynesiano", creo.
Es
puro hecho empírico que el Estado demanda más y más recursos. Pero el Estado no es un ente con voluntad propia: sus manifestaciones de voluntad condensan la voluntad de una parte/partida de la Nación encaramada a una parcela de "poder ejecutivo", arropados con celofanes de "hombres públicos". En 1850 su abundancia ya llamaba la atención de F. Bastiat, quien afirma en La Ley:
“Hay
que proclamarlo: hay demasiados grandes hombres en el mundo;
demasiados legisladores,
organizadores, institutores de sociedades, guías de pueblos, padres
de naciones, etc.,
etc. Demasiadas personas que se colocan por encima de la humanidad
para gobernarla, demasiadas
personas que hacen profesión de dedicarse a ella”, .
Su providencialismo es proverbial: asiste al denso enjambre de "gobernantes&Co" que revolotea alrededor del presupuesto. Reclaman para sí gratitud infinita de la humanidad, o al
menos de la parte privilegiada que ha tenido la fortuna de verse
esquilmada por tan egregios guías, mesiánicos salvadores sociales
que, como primera providencia, buscan salvarse a sí mismos: es el
¡más cornadas da Vallecas! de mi entrañable napoleón PIGlesias [et
al], lamentable paradigma de quienes buscan en lo público una salida profesional porque, profesionalmente, su salida es más que dudosa, si es que la tuvieran .
Bastiat insiste: " ¿Los Legisladores y sus agentes no forman parte de la humanidad? ¿Se consideran de otra pasta que las demás personas? Dicen que la sociedad dejada a su suerte corre fatalmente hacia los abismos porque sus instintos son perversos. Pretenden detenerla en esta pendiente e imprimirle una trayectoria mejor. Han recibido en consecuencia del cielo una inteligencia y unas virtudes que los colocan fuera y por encima de la humanidad; ¡que muestren sus títulos!. Quieren ser pastores, y que nosotros seamos rebaño. Esta organización presupone en ellos una superioridad natural, de la que tenemos derecho a pedir la demostración previa".
[Lo
cierto es que, desde 1789, "les gens des lettres" se han
arrogado en cuasi-exclusiva la guía y gobierno de las sociedades,
reservando a los hombres de ciencia un muy discreto papel secundario
en tal menester. Tan cierto como que de tales guías sociales se
conozcan muy escasas aportaciones a las mejoras de las condiciones de
vida efectivas de las personas, mientras que a la ciencia quepa
atribuirle todo lo más contrario. No obstante, el continuo autorreconocimiento, autoelogio y aplauso endogámico ante la más estólida entrega de una rama de laurel a uno de los suyos es moneda de uso cotidiano, de mala ley pero en circulación. Hiede.
Luego sucede lo que a Lloyd George, que tiene que acudir urgentemente al Profesor Weizman para que resuelva el problema de sintetizar la acetona necesaria para salir del atolladero en el que su gobierno se halla en plena 1ª Guerra Mundial.
Luego sucede lo que a Lloyd George, que tiene que acudir urgentemente al Profesor Weizman para que resuelva el problema de sintetizar la acetona necesaria para salir del atolladero en el que su gobierno se halla en plena 1ª Guerra Mundial.
Vera y Chaim Weizmann, Herbert Samuel, Lloyd George, Ethel y Philip Snowden
|
La
incuria de gobernados, más prestos a la comodidad en la servidumbre
que al riesgo en la libertad, favorece esa dinámica de radical
segregación: compárense los % de presencia relativa de unos y otros
en las mismas instituciones del estado en las que, por ejemplo, se
establezca la comparación de presencias relativas
femenina/masculina.]
Resumamos,
en la medida en la que la Nación no sostenga una posición firme
ante el Estado, la voracidad de este no dejará de manifestarse vez
tras otra. Pero la voluntad de la Nación no es sino la condensación de las voluntades de sus nacionales, sometidos a la incontrovertible ley de hierro enunciada poco ha.
No digamos si la Nación esta postrada o en quiebra; el Estado no reparará en devenir tumor maligno cuya metástasis generalizada dejará exangüe al cuerpo que la alberga, poniéndolo al borde de su extinción: si alguien cree que no es esa exactamente la situación presente de la Nación española está en su derecho, como yo en el mío en sostener que eso es así.
… continuará.
*Según sostiene D. Roberto Centeno, y los profesores Bermejo, Barba y Laborda, la deuda
pública del Estado Español alcanza un porcentaje cercano al 180%
del PIB, estimado este en alrededor de 1 billón de € [s.e.u o. por mi parte]No digamos si la Nación esta postrada o en quiebra; el Estado no reparará en devenir tumor maligno cuya metástasis generalizada dejará exangüe al cuerpo que la alberga, poniéndolo al borde de su extinción: si alguien cree que no es esa exactamente la situación presente de la Nación española está en su derecho, como yo en el mío en sostener que eso es así.
… continuará.
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