Carlos Forcadell, Arturo Pérez Reverte & Keir Starmer
Puede que al lector le acometa la pregunta de
qué tienen que ver entre sí esas personas. Poco, nada, mucho..., según se mire.
Carlos Forcadell es catedrático emérito de
Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza muy presente en la vida
cultural de la ciudad. Dirige la Institución Fernando el Católico que nace en
1943 como un “servicio de alta cultura aragonesa”, promovida por la
Diputación Provincial de Zaragoza y adscrita al Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC)… Desde el 1 de enero de 2007 el
director de la IFC es el profesor Carlos Forcadell Álvarez..., leo en su
página de presentación, https://ifc.dpz.es/institucion/quees.
Una referencia, como poco, de la que una relación de profesores eméritos de la
Universidad de Zaragoza ofrece su dirección de correo: cforcade@unizar.es.
***
Arturo Pérez Reverte es el conocido periodista
–a lo primero; novelista más tarde. Académico de la Real Academia Española supongo
que en reconocimiento a sus méritos meramente literarios, que no dudo de que
los tenga y en abundancia.
Ahora bien, en términos de análisis político, jardín que también holla, Pérez-Reverte es un sandio de tomo y lomo; un majadero de manual. Y como sus decires se propagan casi a la velocidad de la luz, el efecto corrosivo de una idiotez suya no resulta mesurable, pero en todo caso es de considerable magnitud. Un ejemplo de su desatino:
Para mi persona, tras esa muestra de necedad, tras esa boutade o proclamación de fe ciega, que vaya Ud. a saber, su descrédito es absoluto. Por pura aplicación –mutatis mutandi– de la tesis de Jean François Revel:
Si en una construcción todo se sostiene entre sí,
por la concatenación de relaciones entre unos enunciados y otros, basta con que
un enunciado sea estúpido –o inconsistente– para que toda la
construcción resulte teñida de ese tono y tome el mismo cariz.
Quizás
exagere, pero por entonces Arturo ya era lo suficientemente mayor como para
discernir acerca del calado, hondura, sutileza, finura, alcance, y efectos, de
sus enunciados. Desconozco si en alguna ocasión ha rectificado, pero su supina
majadería, sandez, o yerro, ha dejado su impronta en el delicada pieza de mi
saber. Y eso ya no hay quien lo repare ni remedio tiene.
Es más, me malicio que el insigne académico comparte
la confusión general instalada en el uso del idioma, que para un académico ¡ya
es!, y que se percibe sin más que mirar, pues hasta el más tonto la ve.
Y que en ese equívoco, Forcadell & Arturo van así, así; poco más o menos.
Votar, me malicio que lo confunden
con elegir, luego votaciones con elecciones; sujeto promovido/aupado a cualquier
cámara -por el comité central de su partido, o camareta, en este retablo de las
maravillas, con representante; separación de funciones con separación
de poderes (tragasables no faltan y pasen días mientras caigan ollas)
o, finalmente, carta otorgada, sucedáneo de pésima
calidad, con Constitución.
¡Ya es confundir!, repito. ¡Y eso entre
gentes de los más granado de la intelligentsia del país!, así que cómo
andará el patio…; porque lo cierto es que no tengo noticia de que ninguno haya ofrecido
prueba empírica en contrario; más bien los tiros van por otros lados.
***
A Forcadell le escuché hace nada una frase sensata, originaria de Baltasar Gracián, en la presentación del libro reciente de Oscar Alzaga: Aunque tarde, y coja, la verdad acaba por llegar. ¿A qué verdad se referiría el bueno de Forcadell...?
Pero no se espere de él que eche una mano para
facilitarle el camino a La Verdad, la derivada de lo directamente tangible que
le ofrezco, a saber, que la requetesobada Transición no fue sino pergeño de lo
que en realidad fue transacción.
Por que no quede duda: aquello consistió en un cambio de titularidad. Hasta 1977, más o menos, el Estado era el poseedor de los partidos, y a partir de entonces fueron los partidos, y sus partidas, los poseedores del Estado. Y no hay birlibirloque verbal alguno en ello, ojo.
Para acabar con esta parte, diré que en tiempos llegué a una dirección de correo, del bueno de Arturo, a través de su editorial. Pero esa vía, que requiere el paso por no se sabe bien qué horcas caudinas, carece de valor en sí en esta refriega. De la que hago uso, que parece funcionar, perezreverte@gmail.com, la establecí por inducción a partir de su deposición* del 6 de junio de 2018 ; de momento de ahí no se me ha devuelto ningún correo.
*[Exposición o declaración que se hace de algo, significado que tomo de entre los varios que ofrece esa voz polisémica]
Ahora bien, en cuanto al resultado, Arturo y Forcadell andan al unísono. ¡Ríanse Uds. de cualquiera de los libros a su alcance, a los que, si les pregunta algo, callarán ahítos de dignidad…!
***
De Keir Starmer desconocía todo. Sucede que yo andaba en la indagación de cómo Chaves Nogales llegó al Reino Unido en 1940. A consecuencia de ello establecí contacto con un nieto del ilustre periodista sevillano. El nieto, entre otras informaciones muy valiosas, me indicó el domicilio londinense de su abuelo.
Por cuestiones relacionadas con esa búsqueda, me dirigí a la administración municipal del borough de Holborn & St Pancras, el distrito en cuestión.
Tras la callada de los dos empleados a los
que pregunté, y lógicamente molesto con esa falta de atención, di un paso
hacia arriba y abordé al diputado por ese distrito en el Parlamento de
Westminster; resultó ser Mr. Keir Starmer.
Supe así que concita en su persona la
condición de ser: 1, el líder del Partido Laborista; 2, el líder de la
oposición al gobierno en el Parlamento de la Nación, Westminster, –parlamentario
de la Nación en consecuencia; 3, el representante de los electores de su
distrito en ese Parlamento.
Cualquier persona se puede dirigir al señor Starmer como yo lo he hecho. Su página oficial del Parlamento indica tres direcciones de correo como canales de contacto, dependiendo de que sea en cuanto partisano Labour, en su calidad de miembro del Parlamento de la Nación, o como representante en él de su circunscripción electoral.
A esta última envíe mi correo de queja por
la conducta de los empleados de la administración municipal del distrito. Recibí
de manera inmediata una respuesta automática; al cabo de pocas horas, una respuesta
específica de su asistente ahí, con información suficiente para dejar expedito
el camino de mis iniciativas.
No es preciso, pues, que destaque las diferencias
entre el Sr. Starmer y los Forcadell & Pérez Reverte de turno, de los cuales
sospecho que andan encumbrados en la cima del bordillo de una acera, o simplemente
tan ahítos de arrogancia/ignorancia como de mala educación: ambos se han mostrado
incapaces de dar siquiera un mero acuse de recibo a mis correos, y ocasiones
han tenido más que de sobras.
No veo en ello sino una manifestación más de
la pequeñez moral, rayana en la miseria, que empapa las entrañas de todo el tejido social
de esta desdichada España de la transacción. Por cierto, la misma que viviera Galdós,
que por ahí andamos.
Y es que una cosa es la Democracia, cuyo enunciado positivo establecí en [124] CONCEPTO POSITIVO DE DEMOCRACIA, y sus usos. Y otra, la oligarquía de partidos instalada en el puente de mando de esta nave a la deriva que es España. Ambas guardan el mismo parecido entre sí que la rejilla de una alcantarilla con la boca de un buzón –por más que por sus resquicios se puedan echar cartas.
Los usos, en este tinglado de votaciones periódicas en el que unos y otros trapichean con sus prebendas, favores, canonjías y sinecuras, lo dejan bien a las claras.
Es cosa que hasta el más tonto la ve.
Y yo, erre que erre.
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