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"Hace poco más de dos años que periódicos y otros soportes de actualidad recibieron y transmitieron de modo efusivo y entusiasta la noticia.
“El CERN… confirma con más de un 99% de probabilidad la existencia del bosón de Higgs, conocido popularmente como la 'partícula de Dios', un hallazgo fundamental para explicar por qué existe la materia tal y como la conocemos.… la existencia del bosón de Higgs…es prácticamente un hecho. …Si la 'partícula de Dios' no existiera, tampoco existiría nada material en el Universo”, leía, entresacando, por entonces.
La presencia entre nosotros de Stephen Hawking es igual motivo de alborozo y ocasión de hablar estos días del pensar de tan insigne físico. Bajo el titular de una exclusiva, una portada destacaba este pensamiento:
“No hay ningún dios. Soy ateo. Ningún aspecto de la realidad está fuera del alcance de la mente humana”.
Pues bien, disiento. Y no trato de establecer ningún tipo de polémica, entre otras cosas porque estas se establecen entre homogéneos y el saber de S. Hawking me excede abrumadoramente, me queda tan distante como las antípodas. Lo que trato es de argumentar, acaso con simpleza, a partir de lo observable; en términos de método la distancia no se me hace insalvable.
Y al respecto sostengo que el planeta, el sistema solar, la galaxia, y, en fin, el universo todo, seguirían comportándose como lo hacen aún cuando no hubiera personas que lo observaran, se hicieran preguntas y se interesaran por averiguar las claves de ese comportamiento. Es decir que, como especie, la humana es absolutamente contingente; si no hubiera aparecido lo único que cambiaría es que quizás tampoco habría preguntas.
Y esta observación me aboca a LA cuestión, ¿por qué, siendo innecesarios para explicar el todo, podemos formularnos preguntas? Dios es la respuesta que damos a la pregunta, en sus muy diversas formulaciones posibles, para la que no tenemos respuesta; Dios existe en consecuencia –asignándole los atributos que desee, “ad libitum”– como tal respuesta para quien se la formula; no existe para quien no lo desee.
La física, la bioquímica, cualquier ciencia experimental, podrán dar pasos de gigante para avanzar en sus respectivos propósitos, pero ciertos asuntos les escaparán, como se nos escapa el agua que queremos recoger entre nuestras manos: dudo que la especie llegue a ser capaz de averiguar el porqué de tantas incertidumbres, que la parte sea capaz de explicar el todo.
Y con tales límites hemos deambulado hasta aquí; con ellos hemos de aceptar ser. D. Quijote se lo dijo muy claramente a Sancho, antes de que Sir Isaac Newton escribiera sus “Principia”:
“Llaneza muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”.
A pesar de Hawking, del CERN, del bosón de Higgs y de todos los avances científicos conocidos, la especie sigue ahí, entre lo sublime y lo misero, entre lo grandioso y lo abominable, entre lo más excelso y los más vergonzante; entre la maravilla del cosmos, y de la bioquímica molecular a escala celular, y el ejemplar concreto de la especie. Especie que aunque se proclame “inteligente” (¿?) sigue contumazmente dispuesta a dar fe de la validez –para los más– de la que Ortega señalara como la mejor definición conocida de este mundo: “un valle de lágrimas”. ¿Acaso alguno de Uds. lo duda?"
Me encanta la reflexión que haces. Es didáctica, razonable, no hace concesiones a la tesis de la verdad absoluta que afirma o desmiente con rotundidad, para explicarlo haces compatible la ciencia con la literatura porque citas como autoridad al mismo nivel a Newton y a Cervantes, y utilizas un vocabulario hermoso que convierte la reflexion científica en un espacio no reservado a los expertos
ResponderEliminarAmigo Diego, te confío tanto agradecimiento como asombro por tu comentario.
ResponderEliminarA fuer de ser sincero, sonó la flauta por casualidad si conseguí todo eso que destacas y que no puedo negar que se dé: desde dentro, los árboles impiden ver el bosque, cuya magnitud se capta mejor a buena distancia.
Muchas gracias.