2024/12/27

[215] CRÓNICA DE LA PRENSA, POR H. BALZAC (1840) [2]

...verán ustedes cómo el pueblo que se considera el más espiritual del mundo es al que se le engaña con la mayor grosería.

Esto adquiere una importancia enorme si ustedes piensan que el último mes se han traspasado 30 millones de los bolsillos de este público lector de periódicos a los bolsillos de los amigos del Ministerio. 

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Chronique de la Presse

COMENTARIO INICIAL

De manera inopinada, la 1ª parte de esta Crónica me ha traído un par de mensajes que agradezco infinito. Infinito porque mis panfletillos no interesan ni al gato del vecino -que por cierto no tiene gato-. No por ello me voy a arrugar/arredrar/achantar...; quede claro.

Tenía ganas, además, de sacar esto a la luz porque recuerdo que Ignacio Ruiz Quintano (al que admiré por un tiempo) deslizó hace ya bastante -en su excelente Salmonetes ya nos nos quedan- un comentario en el que, más o menos, se expresaba así: Tocqueville no vio la Democracia

Creo que entendí perfectamente su sentido en el marco de la doctrina de D. Antonio Gª Trevijano al respecto, y por ello, y por mi filiación tocquevillana, le hice llegar mi apreciación en cuanto a la enormidad de lo que el joven Tocqueville vio, en su periplo americano de 1831, con solo 26 años: La Democracia en América -obra colosal- lo muestra/prueba.

Lo que no vio Tocqueville, no lo quiso ver, o contemporizó con ello, es la realidad del mundo de la prensa parisina de su época, hasta el punto de que entró en el tinglado -si bien con muy escasa fortuna-.

En efecto, durante el período de sesiones 1843-44, en la Cámara, Tocqueville pretende devolver a la izquierda "la honestidad de la que carecen el señor Thiers y sus amigos, la moderación y la guía de conducta que no encontramos (en ellos)"; en definitiva, "realizar una gran transformación en la izquierda" desde dentro, pero adoptando "tonos que ni son, ni serán nunca (los suyos)".

Para ello, el grupo encabezado por Tocqueville –Lanjunais, de Corcelles, J. de Lasteyrie, Combarel de Leyval, entre otros– necesitaba disponer de un periódico, "porque sin periódicos no sólo no podemos hacer lo que tenemos en mente, sino que tarde o temprano seremos devorados por nuestros propios amigos". De modo que la solución consistió en tomar el control de Le Commerce, en cuya línea editorial Tocqueville marcaba la pauta... La aventura periodística fracasó rotundamente.

En este asunto, la sagacidad/honestidad de Balzac aventaja sobremanera a la de Tocqueville, las cosas como son. O como a mí me lo parecen.

Por otro lado, me ha hecho gracia toparme de nuevo con (Charles de) Rémusat, quien fue el artífice del encuentro de Tocqueville con Gobineau [aspecto tratado en mi edición de Alexis de Tocqueville & Arthur de Gobineau. Correspondencia (1843-44, 1849)]. Rémusat, tras su experiencia como ministro del Interior en el gabinete Thiers, del 1 de marzo al 29 de octubre de 1840, halló una posición privilegiada en el centroizquierda dinástico, que él mismo explicó: "Sin ser del todo desagradable para el partido conservador, que me mostró «estima, mezclada con pesar y desconfianza», estaba bien considerado por la oposición a la que era necesario": en resumen, no se podría hacer ninguna nueva alianza sin él.

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CONNTINUACIÓN

... Además, el Sr. Havas les trata según la cuota de su abono. Si los Débats dan 100 escudos (moneda de plata de 5 francos) por mes, tienen tal o cual noticia antes que el resto. Si hay 20 periódicos, y su abono con el Sr. Havas es en promedio de 200 francos, el Sr. Havas recibe de ellos cuatro mil francos al mes. Recibe seis mil del Ministerio por un singular servicio que les vamos a explicar. ¿Comprenden Uds. ahora la pobre uniformidad de las noticias de internacional en todos los periódicos? Cada cual tinta de blanco, de verde, de rojo, o de azul, las noticias que le envía el Sr. Havas, el 'Maître-Jacques'* de la prensa. En ese apartado solo hay un periódico, hecho por él, de cuya fuente beben todos los periódicos.

*Personaje legendario, arquitecto en la edificación del primer Templo de Jerusalén; jefe de los maestros canteros encargados de tallar la piedra, llegado a Francia tras la muerte de Salomón (https://fr.wikipedia.org/wiki/Maître-Jacques). 

Existe, en el Ministerio del Interior, una oficina llamada de la conciencia pública, en la que se hallan tres escritores, los Srs. León Vidal, Edmond Texier y Deslauriers. Era imposible que no hubiera laureles (lauriers). El Sr. León Vidal es un chico que tiene exactamente lo que se necesita de conciencia para elaborar la conciencia pública. Las tartines políticas [tochos; escrito extenso carente de interés] son editadas por el Sr. Edmond Texier, joven doctrinario con manguitos, que ha hecho sus pinitos bajo el 6 de septiembre*, y que después ha servido con idéntico entusiasmo a todas las administraciones. El Sr. Deslauriers es tan modesto que jamás se ha dignado a darse a conocer. De tal modo que esa oficina cargada de dirigir la conciencia pública, de vigilar la prensa, en fin, el pivote de una inmensa máquina, a la que convendrían las mejores cabezas del país, sumando las edades de esos tres Srs., no alcanza un siglo.

*Balzac hace referencia al gabinete Molé, instituido en esa fecha de 1836, tras la caída de Thiers. Una primera aproximación al devenir de la monarquía de Louis-Phillipe la ofrece Monarquía de Julio (de la versión francesa de la wikipedia).

El Sr. Metternich, que tiene una oficina parecida, colocó a su amigo, el difunto Gentz, una de las mayores inteligencias de Alemania. ¿Es una persona vacua y charlatana, como el Sr. Rémusat (ministro del Interior), en exceso perezoso para gozar trabajando, demasiado feliz en el epigrama para entregarse a otras ocupaciones, mofándose de sus colegas y parodiándolos en sus momentos de ocio con habilidad singular, imitando incluso a los más altos personajes, tomando sus poses, su manera de hablar, diciendo con una comicidad perfecta: Recibo todos los días con renovado gozo, etc., es una persona tal, de tan alta capacidad, quien cambiará la estúpida burocracia del ministro del Interior? Desconoce en este momento quién tiene a favor, y quién en contra. El (espíritu del) Sr. Montalivet aún reina en el ministerio del Interior. Es lo que explica que el Sr. Maleville, uno de los fieles al Sr. Thiers, subsecretario de Estado, vigile al Sr. Rémusat y su personal. Ahora bien, esa oficina, carente de alma, intitulada oficina de la conciencia pública, está encargada de la correspondencia política con los departamentos. Antaño, el ministro del Interior dirigía el espíritu de los departamentos. ¡Los pobres departamentos no se dan cuenta de la manera en la que se les trata! Cada mañana se tomaba el orden del día que se ejecutaba escrupulosamente. El Sr. Rémusat se excusa de ese desvelo en un Sr. Leonard Guyot, que pomposamente se adorna con el nombre de Léonce de Lavergne, a imitación del Sr. Roger de Beauvoir que no se llama precisamente ni Roger ni de Beauvoir.
He aquí el perfil de este Sr. Leonardo Guyot. Nacido de padres de escasa fortuna, en los alrededores de Toulouse.
El Sr. Malaret, que conocía a su madre, se preocupó de su educación: él devino preceptor de los hijos del Sr. Malaret, le siguió a París donde se presentó para ser recibido doctor; la Academia le rechazó. Despechado, regresó a Toulouse, donde consiguió un accésit de la academia de los juegos florales; el Sr. Granier de Cassgnac –que estaba por entonces en Toulouse– preguntó por qué se alentaba a las calabazas a inmiscuirse en la escritura. Espoleado por un periodista, el Sr. Leonard Guyot compró una participación del periódico político de Toulouse y de la imprenta de esa hoja; a partir de entonces se creyó un personaje, y el hijo de Pierre Guyot, empleado del fielato, se transformó en Léonce de la Vergne. Legitimista hasta 1833, devino doctrinario, alabó en grado sumo al Sr. de Rémusat, apoyó su candidatura en Muret y se coló en casa del Sr. Guizot. Trató de que se aceptaran unos artículos en los Débats, pero los Débats imitaron a la Academia. El Sr. Duchatel le nombró Maître des requêtes (magistrado encargado de elevar los casos ante el Consejo de Estado), a partir de entonces le apeteció el puesto del Sr. Mallac, uno de esos jóvenes capaces, de los que tienen el coraje suficiente para irse con sus protectores allí donde los Guyot se quedan en tierra; de ese modo el Sr. Guyot es hoy jefe del Gabinete del Sr. de Rémusat. Así es como todo se repite. El Sr. Léonce de la Vergne, incapaz de escribir en un periódico, y al que ha rechazado la Academia de París, escribe la correspondencia política por medio del Sr. Havas. El Sr. Havas, esta providencia para los periódicos de París, lo es también para los periódicos de provincias. Casi todas las hojas de provincias pertenecen a impresores de la administración, y para conservar sus imprentas hace falta ser fieles al Sr. Prefecto.
El Sr. Prefecto pregunta al Sr. ministro del Interior qué se debe pensar en su dependencia. De ahí la expedición por vía administrativa de una correspondencia elaborada en la oficina de la conciencia pública del Ministerio del Interior, correspondencia redactada por esos tres señores y expedida a expensas de la caja de los fondos secretos. Todo esto sería de una irracionalidad que haría extremecer, en el caso en el que la Oposición tomara el toro por los cuernos. Ahora bien, he aquí el modo con el que son informadas las personas virtuosas para continuar inundando Francia de conciencia pública sin que parezca provenir del Ministerio.
El Sr. Havas es el administrador secreto de la correspondencia de los departamentos a razón de 6.000 francos al mes. El Sr. Havas tiene sobres franquiciados para cada Prefectura, y aparenta enviar, él -persona libre, empresario de noticias para los diarios de París-, los artículos que le paga cada Prefectura y que recibe de los Srs. Guyot, Léon, Vidal y otros. De ese modo, lo mismo que solo existe un periódico en París, solo existe un periódico en provincias. El Sr. Havas es el testaferro del Ministerio. Ese es el mecanismo de esta inmensa máquina llamada periodismo. Es simple como un espeto giratorio movido por un caniche.
Más adelante explicaremos quiénes son los cocineros encargados de aderezar los platos, y verán ustedes cómo el pueblo que se considera el más espiritual del mundo es al que se le engaña con la mayor grosería.
Esto adquiere una importancia enorme si ustedes piensan que el último mes se han traspasado 30 millones de los bolsillos de este público lector de periódicos a los bolsillos de los amigos del Ministerio.

COMENTARIO FINAL
El lector se hará cargo de que la entradilla levanta expectativas que no se colman: 'cosas de la prensa'. Voy a tratar de hacerme con esa explicación de la que se habla al final, para ver qué posibilidades de divulgación ofrece.
Si son favorables, veré si admiten el añadido de lo que en los años 20 y 30 del pasado siglo sucedía en esa misma prensa parisina. Una opinión bien fundada le atribuye -si no yerro- ser una de las principales causas del desmoronamiento de la IIIème République. ¡Casi nada!

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