[01] CATALUÑA EN LA HISTORIA
Alfonso Reyes, “el
más español de los mexicanos”, equipara la gesta de la Corona de Castilla a la
de Roma: “... Castilla,
Roma: grandes experiencias políticas cuyo éxito se funda en la paradoja
aparente; ensayos de inyectar sangre al mundo desde un pequeño y repleto
corazón”. Lo leo en un pequeño volumen que alberga un gran texto, una
breve antología de su Comprensión de
España en clave Mexicana.
Los libros de
nacimientos y de matrimonios de las parroquias del Nuevo Mundo dan testimonio
del comienzo de su historia, el relato de lo cotidiano; lo anterior está más
cerca de la leyenda, no existe en ello nada parecido a lo alumbrado por la
Grecia clásica, nuestro precedente esencial.
Felipe II escogía
de entre los vascos a sus principales administradores, tal era la confianza que
merecía sus acrisolada fidelidad a la corona.
En Madrid, 1921, Plá [¿llegarían a
conocerse por esa época Reyes y Plá...?] enmarca una visita a El Escorial con esta
sagaz reflexión:
“... Una
de las cosas que más sorprenden de Castilla es no poder encontrar los
vestigios, la herencia más o menos bien conservada, de la época imperial.
Castilla ha gobernado a medio mundo... El pasado es ingente.
...
¿Qué se ha hecho de aquel vigor, aquella riqueza, la concentración de
universalidad que ha sostenido este país? ¿A dónde ha ido a parar?
Si no
fuera porque es cierto, llegaríais a creer que eso que se llama el imperio español
es un sueño impreciso y lejano. Esto es algo que se siente sobre todo en El
Escorial...”,
que ahonda al
visitar Toledo:
“...
Toledo es un mundo ajeno a mis raíces, en un mundo del que no tengo ninguna
resonancia profunda ni me ha llegado ninguna estratificación humana ni
sentimental. Toledo es entre todas las ciudades la más castellana. Es el
vértice medieval castellano, es decir, el punto más sensible y la piedra
angular de la ambición nacional. Es el centro de la Reconquista, que es como si
dijéramos el centro histórico de este país –de la poesía más profunda (el Romancero), del gran arte, de la gran
empresa nacional. Y, puesto que no
estábamos allí, ¿cómo queréis que se sienta todo esto?...
Hay
mucha gente que dice que los catalanes no sabemos nada de la historia... En
Toledo, sin embargo, la aprendemos en un santiamén... Habríamos de venir todos
aquí a meditar, porque en esta villa todo se explica con claridad” |
TOLEDO. EL GRECO. |
Pues bien, todos
esos elementos constitutivos de la esencia de la Nación Española han de tenerse
presentes a la hora de estudiar los declives de ambas epopeyas imperiales y
buscar las analogías que puedan darse.
Y si la
fragmentación de Roma trajo consigo el surgimiento de fronteras que
transformaban antiguos pueblos vecinos en extraños primero –y en rivales
enconados, hablando lenguas diferentes, más tarde muchas veces –; que rompían la
igualdad que los individuos de las provincias más extremas del imperio tuvieron
ante el emperador, el declive castellano en el Nuevo Mundo ofreció esencialmente
un carácter meramente político–administrativo: no arrastró consigo al
idioma ni a la religión común.
La diferencia es
abismal, qué duda cabe, pese a mis limitaciones para poder ponderar su importancia
en sus justos términos. Pero veamos, el cristianismo, la única de las grandes
religiones que ha alumbrado en su seno la convivencia respetuosa entre
semejantes, y, con el protestantismo, la libertad de pensamiento y la Democracia, era hasta el S VII prácticamente hegemónico en toda la orilla sur
del mediterráneo y en gran parte del oriente medio; hace un siglo casi el 25%
del oriente medio era todavía cristiano, hoy en día su presencia quizás no
llegue ni al 3% de la población, tal ha sido, y está siendo, la intensidad de la persecución
sufrida.
La Cataluña
surgida de la “Transición democrática”
es, sin embargo, el paradigma de la persecución del español, su cabeza de lanza,
lengua en camino de seguir allí esa misma suerte corrida por el cristianismo.
Con la paradoja añadida de que el españolísimo Plá era editado en catalán allá
por 1947, es decir en plena “dictadura”,
mientras que el catalanísimo Jordi
Pujol le censuraba en 1976, abocándole a abandonar Destino tras 36 años de colaboración semanal ininterrumpida. El
papel de Plá en esa defensa de su esencia catalana, mediterránea y española
está más que contrastado, como lo está el de saqueador de los fondos públicos
del prócer e inquisidor nacionalista.
La inversión de papeles, a pesar del empeño
del neolenguaje, es más que palmaria: no sería aquella tal dictadura
persecutora en extremo sino más bien dictablanda, fenecida de muerte natural, ante
la cual hay demasiado empeño en forjar una tan estéril como inexistente e
innecesaria aureola épica. Y el presunto proceso de liberación nacional, no es sino el ejercicio de una patente de
corso absoluta, que requiere el total sometimiento y persecución de todo aquel
que no esté dispuesto a la negación de la evidencia y al sacrificio ritual en
el altar de unas señas de identidad absolutamente vacías de presencia en la
gran historia.
Porque el maestro
Plá no nos dijo, al menos en esas páginas, en qué empresa estaba Cataluña; qué
gran empresa histórica ha contado con su presencia, si es que ha habido alguna.
¿O acaso su ser es una pura y mera inanidad expresada en un simple no ser? ¿Nación o mera negación?
Me temo que no hay
más. Al fin y al cabo la mayor parte de las conductas que se exhiben no dejan
de ser un cóctel de vanidad, codicia y egoísmo.
Y que no se me
diga de Cataluña que su vocación y su mirada siempre han ido dirigidas hacia el
Mediterráneo. Porque actualmente una mirada tal adolecería de miopía: incapaz
de enfocar con precisión la Grecia períclea, se queda en la Albania del camarada
Hoxa.
Concluyo, el
proceso de escisión de Cataluña bien puede pensarse como el –por ahora– último
estertor de aquel imperio cuya estela, en el vuelo común de la especie por la
historia, tiene carácter indeleble y decisiva, rasgos estos tan incuestionables
como irreversibles. Dicho queda.
11NOV2015
Le quiero felicitar por su texto, y espero que se reivindiquen más aquellas figuras catalanas y españolas que han sido ejemplares en mostrar su identidad, y que se cuente la verdad porque ya se han encargado los nacionalistas de manipular la historia para mostrar una historia fabricada a su medida, inventada, y tergiversada de acuerdo con sus intereses, engañando a la gente que desconoce su propia historia. Por eso, es necesaria realizar una labor didáctica para mostrar que Cataluña siempre ha sido España, y España no se entendería sin Cataluña porque una forma parte de la otra, y van unidas. Deseo que siempre se mantengan unidas porque será lo mejor para el pueblo español. Muchas gracias, y le agradecería que escribiera otro artículo sobre Cataluña que entre más a fondo sobre la verdadera historia, y clarifique cualquier mito, leyenda, o malentendido producido en los últimos tiempos. Un saludo cordial.
ResponderEliminarEstimado lector.
EliminarLe respondo con todas las cautelas por mi desconocimiento de la Historia.
Hispania, en cuanto provincia del Imperio Romano, constituía una unidad administrativa ya desde el S I, o incluso antes, creo. Hablar de "ámbito social y geográfico" bajo un régimen jurídico común -la igualdad de sus "ciudadanos" ante el emperador era lo propio de esa realidad- no me parece erróneo.
Por otra parte nuestro presente no se explica sin nuestro pasado; son las raíces lo que soporta la copa del árbol.
España es a mi modo de ver -o al menos ha sido en lo que yo conozco- un enjambre compacto en vuelo común por la Historia, constituido por su propio fluir al margen de voluntades expresas de personas e individuos; en consecuencia excediendo y desbordando ampliamente a éstas.
He recordado una anécdota de mi época de estudiante en 1972. En mi carpetilla de clases lucia una pegatina en la que se leía "Volem ajuntaments catalans i democràtics", obsequio de un compañero procedente de una localidad cercana a Reus. Evidentemente a mis 19 años no entendí la abrumadora contradicción implícita en el enunciado: la democracia es una categoría sustantiva que no admite ciertas adjetivaciones.
ResponderEliminarHoy la cuestión se manifiesta en toda su crudeza, como evidencia D. Antonio Gª Trevijano.
El único deseo de esos españoles-no españoles, ignorantes/salvadores que se arrogan la guía del pueblo mientras viven a costa de los presupuestos generales del estado, es disponer de una gamella en la que hozar.
Pero el resultado efectivo, tangible, es el sometimiento/empobrecimiento de ese pueblo; son hechos que van de la mano como comenté en [12] La ecuación siniestra.