2015/11/17

[01] CATALUÑA EN LA HISTORIA

 [01] CATALUÑA EN LA HISTORIA


Alfonso Reyes, “el más español de los mexicanos”, equipara la gesta de la Corona de Castilla a la de Roma: “... Castilla, Roma: grandes experiencias políticas cuyo éxito se funda en la paradoja aparente; ensayos de inyectar sangre al mundo desde un pequeño y repleto corazón”. Lo leo en un pequeño volumen que alberga un gran texto, una breve antología de su Comprensión de España en clave Mexicana.
Los libros de nacimientos y de matrimonios de las parroquias del Nuevo Mundo dan testimonio del comienzo de su historia, el relato de lo cotidiano; lo anterior está más cerca de la leyenda, no existe en ello nada parecido a lo alumbrado por la Grecia clásica, nuestro precedente esencial.
Felipe II escogía de entre los vascos a sus principales administradores, tal era la confianza que merecía sus acrisolada fidelidad a la corona.
En Madrid, 1921, Plá [¿llegarían a conocerse por esa época Reyes y Plá...?] enmarca una visita a El Escorial con esta sagaz reflexión:
“... Una de las cosas que más sorprenden de Castilla es no poder encontrar los vestigios, la herencia más o menos bien conservada, de la época imperial. Castilla ha gobernado a medio mundo... El pasado es ingente.
... ¿Qué se ha hecho de aquel vigor, aquella riqueza, la concentración de universalidad que ha sostenido este país? ¿A dónde ha ido a parar?
Si no fuera porque es cierto, llegaríais a creer que eso que se llama el imperio español es un sueño impreciso y lejano. Esto es algo que se siente sobre todo en El Escorial...”,
que ahonda al visitar Toledo:
“... Toledo es un mundo ajeno a mis raíces, en un mundo del que no tengo ninguna resonancia profunda ni me ha llegado ninguna estratificación humana ni sentimental. Toledo es entre todas las ciudades la más castellana. Es el vértice medieval castellano, es decir, el punto más sensible y la piedra angular de la ambición nacional. Es el centro de la Reconquista, que es como si dijéramos el centro histórico de este país –de la poesía más profunda (el Romancero), del gran arte, de la gran empresa nacional. Y, puesto que no estábamos allí, ¿cómo queréis que se sienta todo esto?...
Hay mucha gente que dice que los catalanes no sabemos nada de la historia... En Toledo, sin embargo, la aprendemos en un santiamén... Habríamos de venir todos aquí a meditar, porque en esta villa todo se explica con claridad”
TOLEDO. EL GRECO.
Pues bien, todos esos elementos constitutivos de la esencia de la Nación Española han de tenerse presentes a la hora de estudiar los declives de ambas epopeyas imperiales y buscar las analogías que puedan darse.
Y si la fragmentación de Roma trajo consigo el surgimiento de fronteras que transformaban antiguos pueblos vecinos en extraños primero –y en rivales enconados, hablando lenguas diferentes, más tarde muchas veces –; que rompían la igualdad que los individuos de las provincias más extremas del imperio tuvieron ante el emperador, el declive castellano en el Nuevo Mundo ofreció esencialmente un carácter meramente político–administrativo: no arrastró consigo al idioma ni a la religión común.
La diferencia es abismal, qué duda cabe, pese a mis limitaciones para poder ponderar su importancia en sus justos términos. Pero veamos, el cristianismo, la única de las grandes religiones que ha alumbrado en su seno la convivencia respetuosa entre semejantes, y, con el protestantismo, la libertad de pensamiento y la Democracia, era hasta el S VII prácticamente hegemónico en toda la orilla sur del mediterráneo y en gran parte del oriente medio; hace un siglo casi el 25% del oriente medio era todavía cristiano, hoy en día su presencia quizás no llegue ni al 3% de la población, tal ha sido, y está siendo, la intensidad de la persecución sufrida.
La Cataluña surgida de la “Transición democrática” es, sin embargo, el paradigma de la persecución del español, su cabeza de lanza, lengua en camino de seguir allí esa misma suerte corrida por el cristianismo. Con la paradoja añadida de que el españolísimo Plá era editado en catalán allá por 1947, es decir en plena “dictadura”, mientras que el catalanísimo Jordi Pujol le censuraba en 1976, abocándole a abandonar Destino tras 36 años de colaboración semanal ininterrumpida. El papel de Plá en esa defensa de su esencia catalana, mediterránea y española está más que contrastado, como lo está el de saqueador de los fondos públicos del prócer e inquisidor nacionalista.
 La inversión de papeles, a pesar del empeño del neolenguaje, es más que palmaria: no sería aquella tal dictadura persecutora en extremo sino más bien dictablanda, fenecida de muerte natural, ante la cual hay demasiado empeño en forjar una tan estéril como inexistente e innecesaria aureola épica. Y el presunto proceso de liberación nacional, no es sino el ejercicio de una patente de corso absoluta, que requiere el total sometimiento y persecución de todo aquel que no esté dispuesto a la negación de la evidencia y al sacrificio ritual en el altar de unas señas de identidad absolutamente vacías de presencia en la gran historia.
Porque el maestro Plá no nos dijo, al menos en esas páginas, en qué empresa estaba Cataluña; qué gran empresa histórica ha contado con su presencia, si es que ha habido alguna. ¿O acaso su ser es una pura y mera inanidad expresada en un simple no ser? ¿Nación o mera negación?
Me temo que no hay más. Al fin y al cabo la mayor parte de las conductas que se exhiben no dejan de ser un cóctel de vanidad, codicia y egoísmo.
Y que no se me diga de Cataluña que su vocación y su mirada siempre han ido dirigidas hacia el Mediterráneo. Porque actualmente una mirada tal adolecería de miopía: incapaz de enfocar con precisión la Grecia períclea, se queda en la Albania del camarada Hoxa.
Concluyo, el proceso de escisión de Cataluña bien puede pensarse como el –por ahora– último estertor de aquel imperio cuya estela, en el vuelo común de la especie por la historia, tiene carácter indeleble y decisiva, rasgos estos tan incuestionables como irreversibles. Dicho queda.

11NOV2015

3 comentarios:

  1. Le quiero felicitar por su texto, y espero que se reivindiquen más aquellas figuras catalanas y españolas que han sido ejemplares en mostrar su identidad, y que se cuente la verdad porque ya se han encargado los nacionalistas de manipular la historia para mostrar una historia fabricada a su medida, inventada, y tergiversada de acuerdo con sus intereses, engañando a la gente que desconoce su propia historia. Por eso, es necesaria realizar una labor didáctica para mostrar que Cataluña siempre ha sido España, y España no se entendería sin Cataluña porque una forma parte de la otra, y van unidas. Deseo que siempre se mantengan unidas porque será lo mejor para el pueblo español. Muchas gracias, y le agradecería que escribiera otro artículo sobre Cataluña que entre más a fondo sobre la verdadera historia, y clarifique cualquier mito, leyenda, o malentendido producido en los últimos tiempos. Un saludo cordial.

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    1. Estimado lector.
      Le respondo con todas las cautelas por mi desconocimiento de la Historia.
      Hispania, en cuanto provincia del Imperio Romano, constituía una unidad administrativa ya desde el S I, o incluso antes, creo. Hablar de "ámbito social y geográfico" bajo un régimen jurídico común -la igualdad de sus "ciudadanos" ante el emperador era lo propio de esa realidad- no me parece erróneo.
      Por otra parte nuestro presente no se explica sin nuestro pasado; son las raíces lo que soporta la copa del árbol.
      España es a mi modo de ver -o al menos ha sido en lo que yo conozco- un enjambre compacto en vuelo común por la Historia, constituido por su propio fluir al margen de voluntades expresas de personas e individuos; en consecuencia excediendo y desbordando ampliamente a éstas.

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  2. He recordado una anécdota de mi época de estudiante en 1972. En mi carpetilla de clases lucia una pegatina en la que se leía "Volem ajuntaments catalans i democràtics", obsequio de un compañero procedente de una localidad cercana a Reus. Evidentemente a mis 19 años no entendí la abrumadora contradicción implícita en el enunciado: la democracia es una categoría sustantiva que no admite ciertas adjetivaciones.
    Hoy la cuestión se manifiesta en toda su crudeza, como evidencia D. Antonio Gª Trevijano.
    El único deseo de esos españoles-no españoles, ignorantes/salvadores que se arrogan la guía del pueblo mientras viven a costa de los presupuestos generales del estado, es disponer de una gamella en la que hozar.
    Pero el resultado efectivo, tangible, es el sometimiento/empobrecimiento de ese pueblo; son hechos que van de la mano como comenté en [12] La ecuación siniestra.

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