2016/01/02

[15] APRECIADOS LECTORES...

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Tras 14 entregas creo que la presentación ya está formalmente hecha. Y que puedo animar a quienes se asoman a estas líneas a que este soliloquio, al que se reduce el "columnismo de opinión" que aquí practico, se torne diálogo y debate, fluido intercambio de pareceres enriquecido por los matices de la discrepancia y no mera clase magistral impresa a modo de “blog”.
Otra voz más "en la charla incesante de nuestra locuaz sociedad". No hago con ello sino proseguir con el que ha sido mi principal menester y empeño: forjar auténticos ciudadanos en los adolescentes que fueron confiados a mi magisterio. Eso sí, tratando de nuevo de ampliar el campo de la audiencia y el aprovechamiento del discurso: las aulas en las que se circunscribió mi decir, mientras estuve en ello, se tornaron sede de una "enseñanza" que, so pretexto de obligatoria, ofrece más prestaciones propias de un servicio nacional de guardería que de un sistema de instrucción pública.
[Lo que he vivido se presenta como rotunda paradoja: mientras que en "dictadura" se instruía hacia la libertad –sin instrucción, sin formación no hay libertad posible, o es una libertad incompleta, huera, sandia–, en "democracia" se adoctrina para el sometimiento.
Instruirse requiere del concurso del esfuerzo, el trabajo y la dedicación: son los recursos inherentes a la especie gracias a los cuales hemos llegado desde la brújula al GPS; desde el papiro escrito a las "bibliotecas virtuales"; desde la caverna a la “polis”. Son los principios que se han esquivado desde 1982, haciendo creer a quienes deberían responsabilizarse del futuro que la jauja pródiga en la que se desenvolvían era porque sí, como algo derivado de la naturaleza de las cosas. ¡Así nos va! Por pura voluntad política de los González, Maravall, Solana, Rubalcaba... y la dejación de la mayoría].
Por formación, y por convicciones derivadas de mi experiencia vital, me impregnó por completo el propósito primigenio de la ciencia: liberar al hombre, a la persona, de las supersticiones que le atenazan gracias al conocimiento de la realidad que le rodea. Y ahí anduve, tratando de forjar criterio recto sobre la base de la máxima spinoziana: «Con seguridad sólo sabemos que es bueno aquello que nos ayuda a conocer».

Empeño que me llevó a llamar a varias puertas, ser recibido en pocas, y resultar, finalmente, visita non grata en alguna que parecía mostrarse acogedor puerto en el que recalar.
Proclamar las verdades del barquero o, como el niño, señalar que "el rey va desnudo y no hay manto de blanco armiño que le cubra" parecen cosas de mal gusto, propias de gente un tanto esquinada, antipática e impertinente, dispuesta a quebrar la apacible quietud de la dehesa boyal..., así que mejor no oírlos.

No hay sorpresa en ello: es bien sabido que la manida "libertad de expresión" consiste en la libertad de lo editores de publicar lo que les venga en gana. Y las reglas son las reglas. Y una cosa es enardecerse con su apología y otra bien diferente aplicarla en los respectivos cotarros. Así que, ante evidencia tal, ante lo imposible de ofrecer opinión discordante –por contravenir los "idearios" o señalar las majaderías del “jefe”– y aceptar la condena de facto al silencio, me he procurado este estrado.

Me parece oportuno mostrar mi gratitud a quienes han tenido la amabilidad de atenderme y ejercer su magisterio conmigo. Horacio Vázquez Rial me aportó ánimo escritor; de Diego Armario, uno de los primeros en alentarme a “bloguear”, he recibido indicaciones del más puro estilo periodístico, que trato de seguir con el propósito de ampliar el campo de lectores, aunque con evidentes dificultades.
José María Marco me dio el último empujón, cuando toda otra posibilidad parecía agotada, con su aprobado a “Cataluña en la historia”: “... te has metido en el núcleo mismo de un problema complicado,... Y la cuestión de la “hispanidad” es una buena manera de enfocarlo”, me dijo; así que ¡adelante!, me dije.
Por supuesto, es del todo oportuno hacer agradecimiento explícito a todos los lectores, anónimos o próximos, que generosamente entregan unos minutos de su tiempo en asomarse a estas páginas desde los rincones más desconocidos por mí: espero que este intercambio pueda sostenerse por cierto tiempo. 
Hasta siempre

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