2021/01/31

[122] NETANYAHU, TRUMP & GALTIERI [Y 2]

 Apaciguar la agresión y el mal no es sino allanar el camino para aún más agresión y aún más mal al cabo del tiempo...”

Han pasado unos días y [120], la 1ª parte de esta, se ha convertido en la entrada con mejor aceptación de este blog. No obstante, la imagen de portada de Los años de Downing Street* (las memorias de M.Thatcher) que recibí del buen amigo Emilio Alonso Langle, con su comentario de que recordaba haber leído ahí algo acerca del episodio de las Malvinas, me ha inducido a la lectura de los 2 capítulos dedicados al mismo (pp. 171-235) y su destilación sucinta, así que agradezco en mucho ese envío.
* (Ed. El País-Aguilar; Madrid, 1993). El relato del episodio, 
un repertorio de luces y sombras como no podía ser menos, comienza así: “Nada permanece con mayor viveza en mi memoria … que las 11 semanas de la primavera de 1982 en las que GB hizo y ganó la guerra de las Malvinas... “Solo dos semanas después de la guerra, puse por escrito mis recuerdos detallados....

M. Thatcher y A. Haig delante del 10 de Downing Street. 12/4/82.

Su fiabilidad histórica, la considero de grado máximo. Y, si por un lado anoto lo superficial de los comentarios que hice sobre la persona de Al Haig, como así se le nombra en esas páginas, por otro destaco el fuerte paralelismo que se da con episodios consumados o posibles: la ocupación por la fuerza del Sahara occidental en el otoño de 1975, y las amenazas que pesan sobre los territorios españoles de Ceuta, Melilla, y el archipiélago Canario, en el presente.

En cuanto al Sr. Haig, el “ajuste de cuentas” cinematográfico no adolece de exceso: eso opino. Haig jugó un papel principal en la “mediación” y, en alguna ocasión, actuó a espaldas de su Presidente, es decir como un poder autónomo*. A  preguntas de la prensa intencional, el Sr. R. Reagan confiesa -durante una reunión del G7 en Versalles- desconocer cambios de rumbo sustanciales adoptados por Haig y la Sra. Kirkpatrick -embajadora USA ante la ONU-, en esas labores diplomáticas durante la crisis de las Malvinas, en la propia ONU (p. 232).

Es exactamente lo mismo que hizo el Sr. H. Kissinger, cuando mintió a su presidente, Sr. G. Ford**, acerca del alcance del dictamen de la Corte Internacional de La Haya***, desfavorable por completo a las tesis marroquíes.
*Cuestión que suscita, de inmediato, la de la relación entre gobierno y poder.
**Ver Jesús Palacios:23-F. El rey y su secreto, Libros Libres; Madrid, 2010 (p. 130).
***El dictamen y el compendio del desarrollo del asunto se ofrecen en Derniers développements | Sájara occidental | Cour internationale de Justice (icj-cij.org) y 061-19751016-ADV-01-00-FR.pdf (icj-cij.org), respectivamente.

La posición de la Sra. Thatcher encontró serias resistencias y reticencias a sus enfoques, incluso en su círculo más cercano, durante la crisis: “Me encontraba bajo una presión casi intolerable en favor de la negociación por la negociación ...” (p. 213).
Ella aduce que radicaba en “principios irrenunciables”: “Había mucho en juego... nuestro honor... y unos principios de importancia fundamental para el mundo entero: por encima de todos ellos, el principio de que los agresores jamás deberían salirse con la suya y de que el derecho internacional ha de prevalecer sobre el empleo de la fuerza (¡!)” (p. 171).

Pero también existieron alientos, como el del septuagenario escritor Laurens van der Post: “Apaciguar la agresión y el mal no es sino allanar el camino para aún más agresión y aún más mal al cabo del tiempo...” (p. 184), y apoyos firmes, del que se destaca el del presidente de la República Francesa, M. François Miterrand.

Ante la posición contemporizadora/de apaciguamiento del Sr. Haig con la junta militar argentina, y en base a las miras de vía estrecha propias de la diplomacia USA*, la PM UK le dice “... que el asunto iba mucho más lejos que una disputa entre el Reino Unido y Argentina. El uso de la fuerza para capturar un territorio disputado constituía un precedente peligroso.” (p.191). Y en el mismo pasaje evoca p. ej., Berlín Oeste, parte de una ciudad dividida por entonces.

*En cuanto a su alineamiento con gobiernos/regímenes totalitarios por la salvaguarda de interese/influencias a muy corto plazo.
A propósito de Berlín, ni los USA ni el propio UK han mostrado capacidad de rectificación en su persistente error histórico: soslayar el fondo mediante el señuelo de las formas.
En 1945 implantaron en la Alemania a erguir algo así como un bipartidismo similar al suyo en apariencia. Pero se trataba de un fruto agusanado, esencialmente no democrático y corrompido: el hecho sustantivo de la representación política de la ciudadanía quedó excluido en beneficio de las cúpulas de los partidos [la determinación de los llamados a componer el órgano legislativo, se usurpa a aquella y estas se la arrogan para sí; su aplicación es un puro ejercicio de centralismo democrático -vulgo leninismo-]; es decir, mero establecimiento de la partitocracia que corroe las sociedades occidentales.

Tampoco podíamos malbaratar la libertad, la justicia y la democracia que durante tanto tiempo habían disfrutado los isleños y simplemente entregarlos a Argentina, donde estas cosas eran desconocidas.” (p. 230).

Otros elementos bien tangibles son la importancia atribuida al archipiélago, junto las Georgias y las Sandwich del Sur, en caso de cierre del Canal de Panamá, y la evocación de un pasado imperial que siguió agonizante una vez apagado el fogonazo que supuso el desenlace de la guerra, tras el cual “... el nombre de Gran Bretaña había adquirido una importancia que antes no tenía.” (p. 172).

Pero el relato no soporta la analogía con el transcurso de otro episodio absolutamente similar tan solo 7 años antes: la ocupación del Sahara occidental español. Ocupación que estableció, precisamente un precedente en sentido contrario. Agravado, además, por el hecho de que el arbitraje de la ONU, vía Corte de la Haya, al que se sometieron las partes dictaminó de manera clara que a Marruecos no le asistía derecho alguno sobre aquellos territorios.

¿Qué fue, en aquella ocasión, de la prevalencia del derecho Internacional? Ni de Miss Thatcher, ni de los gobiernos UK, conozco alineamiento alguno con tan "sacrosanta legalidad" en tal lance.

Todo lo cual no deja de ser sino mera evidencia de lo obvio, de cuál es la esencia de la denominada política internacional [véase [16], si apetece].

O de que “la diplomacia sin armas es como la música sin instrumentos”, que Miss Thatcher cita del gran Federico (p. 190).

Vale.

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