Pero,
Albania y Francia, ¿qué pintan aquí, se dirán?
Voy
por partes. Albania era un paraíso, el paraíso estalinista por
antonomasia, el paraíso que cualquier nazionalismo que se precie promete a crédulos poco
prestos a pensar autónomamente, libremente, por si mismos. Los
estalinistas son más de lo mismo; diferencia esencial no atisbo,
sólo de grado.
Pero
en las jaujas beatíficas y paradisíacas sólo creen los que abrazan
el sometimiento voluntario y la ignorancia contumaz, malgré tout. Georges Orwell
descubrió su realidad en la Cataluña del 36 y del PSUC, y la
describió magistralmente.
Realidad
fabulada en la napoléonica Animal farm, pero fiel reflejo de gulags
bien reales. En esa granja el más pig de todos, un Pig mayúsculo,
se hace con el poder.
De
eso se trata, no hay más. De ocupar el poder pese a lo que pese y
sin conceder el mínimo resquicio al adversario, que deja de serlo
para constituirse en enemigo en ese imaginario nazi. Son, sin más,
“... cosas de la política”, como recodaba recientemente.
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UNA JOYA... |
¿Y
Francia?
Que
el País Vasco y Cataluña sean dos fuentes de problemas
nazionalistas para la España cuyo vuelo indeleble por la Historía
ahí queda, es otra ignominia, ultraje y vejación a los más. Dos
problemas; dos enormes sumideros de la savia que aún nos mantiene con vida, pese al constante alanceamiento al que se nos somete.
Precisamente
por los pasos obligados del transporte terrestres de mercancías con las que surtimos el bienestar europeo; por Irún y La Junquera.
¿Quién
no recuerda el infame vandalismo que en suelo francés, ante la
indiferencia de la gendarmerie y la complacencia de la République,
sufrieron nuestros transportistas durante años y años, y aún
siguen padeciendo siquiera ocasionalmente?
Pasos
obligados, sí. Porque exactamente desde el 27.03.1970 el ferroviario
por el túnel de Canfranc, la 3ª y única alternativa, se halla
interrumpido: la línea férrea Zaragoza-Canfranc-Pau pasó al
recuerdo. Y el enlace Sagunto-Zaragoza, absolutamente descuidado.
Las
voces que al poco, en mi época zaragozana de estudiante, reclamaban
su reapertura, las evoco entre el romanticismo y la melancolía;
ahora bien, la memoria juega malas pasadas.
Las
más recientes me han parecido más un discurso paticojo, alicorto y
ojituerto, que una pretensión seria. Discurso pronunciado, a más a
más, con voz queda teñida de los intereses cortoplacistas que la
cabaña política exhibe obscenamente con mendacidad, periodicidad y
alevosía. Más que discursos, vahos inductores del plácido sopor de
la conformidad.
Si
Francia no tiene nada que ver en todo ello, y en que la travesía
ferroviaria por el Pirineo oscense yazga bajo siete veces siete
palmos de estudios, ¡que
me aspen!.
Y
es que la apertura de esa vía de comunicación no sólo dejaría con
las vergüenzas al aire a tanto majadero, estulto y necio prócer de
la inanidad, sino que mejoraría considerablemente la competitividad
en varios sectores exportadores, con lo que ello supone de perjuicio
en los homólogos foráneos.
El
azar no existe en política. Y menos en la llamada “Internacional”,
denominación versallesca, es decir, cínica, de una guerra
despiadada o equilibrio precario de relaciones de poder entre
“naciones” –reales o presuntas– que se encarnan formalmente
en estados.
Las
ingerencias en los designios de lo que sería el devenir de la Nación
española vienen ya de muy atrás: no menos de tres siglos ha que
franceses e ingleses han pugnado por ver quien ejercía un mayor
grado de control sobre aquel.
[Recientemente
algo he evocado del propósito británico de proseguir con esa
intervención tras 1939; con su presencia en Gibraltar lo sigue
haciendo, a pesar de que el Imperio tomara claramente el relevo a
partir de 1944. Y de la renovación, a partir de 1974 al menos
claramente, de la influencia alemana; su actual preeminecia en el
teatro de operaciones europeo es palmaria].
Francia,
como no podía ser menos, también lo ha hecho. Por ejemplo con un De
Gaulle que no quería saber absolutamente nada de los republicanos
españoles enrolados en una résistence que desde Londres contemplaba
distante; un general absolutamente opuesto a cualquier intervención en contra
de Franco tras el 45…
Con
el fatuo, engreído y petulante Giscard, recompensado con académica
inmortalidad, corrompido por los diamantes del “emperador”
centroafricano Bokassa, e instigador, o cuando menos cómplice
permisivo, del santuario etarra en el extremo SO del hexágono...
O
con Miterrand, respaldo más que interesado del venal Psoe de
González&Co; el Miterrand que salpicara la Presidencia de la Vª
República con la iniquidad del terrorismo de estado... también. Él
fue el responsable del hundimiento del Rainbow Warrior en aguas de
Aukland que ocasionó la muerte del fotógrafo portugués Fernando
Pereira... ¡Vaya tropa!
Y,
por si cupiera duda, el abatimiento, postración y sometimiento
inducidos a los españoles en Nación, tiene su refrendo en el
malhadado texto constitucionario de 1978.
Garcés
lo establece con meridiana claridad:
“La
transición fue una "reforma del Estado" que, en la
práctica, no se propuso "nacionalizar" el Estado y
enraizarlo en la Nación mediante la devolución a los ciudadanos de
su plena soberanía interior y exterior. A los españoles se les
redactó un texto constitucional mejor preparado para la
integración-disolución del Estado en el sistema de la Europa de la
guerra fría. Ninguna Constitución europea incluye el equivalente
del art. 96.1 de la española: las disposiciones de los tratados
internacionales "sólo podrán ser derogadas, modificadas o
suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo
con las normas del Derecho Internacional"”.
Tales
son las consecuencias del arrinconamiento, postergación y
arrumbamiento de la Nación, aunque este hecho escape a gente muy
sagaz, preparada e inteligente. Al general Fernández Monzón, por
ejemplo.
Y
como es claro que la Nación sólo puede comparecer mediante
representantes, y estos no surgen sino de distritos electorales
unipersonales, el itinerario es -como poco, proceloso.
Desde
luego que individuos de la calaña de los promotores de una épica de
coronel Tapioca no comparecerían en la escena pública: los que hoy
atraen el foco de unos medios tan estúpidos como ellos y nos
arrastran a un precipicio por el que es muy posible que acaben
despeñados.
¿O
de verdad creen Uds. que los Sanchos, Puigdemontes, la grey y cohorte
descerebrada ad hoc, promovida por émulos de los de “vivan las
cadenas”, los negacionistas del exterminio comunista soviético,
más de 100 millones de muertos víctimas de las dos grandes guerras
y los campos de exterminio, según el repórter viajero Kapuscinski;
negacionistas también de nuestra historia reciente o rufianescos
primates fascistoides al estilo de los Tardás&Co, que en
Atapuerca estarían preteridos al más bajo puesto de la escala
social, entrarían en la escena? ¡Vamos hombre! ¡Por favor!
Ahora
bien, un recuerdo a los supremacistas-racistas y criminosos
impulsores del Pays Albano-Basque y Albanya, empeño periférico y neo-tribal. Acabamos de cumplir el
centenario del armisticio de la 1ª Gran Guerra; con la 2ª, y la más
reciente de los Balcanes, han sido la fuente de la que han brotado
los últimos corrimientos de fronteras y la aparición de otras
nuevas en la Europa Occidental. No sé si lo entendéis; motivos
tengo para dudarlo.
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