Apena leer que “... prerrogativa de charlatanes y obtusos, la filosofía cae en la marginalidad…”
Espero
que no se me mande callar si digo que el planeta es esférico, so
pretexto, p. ej., de que “Ud. no tiene ni idea de Geología, y por
tanto nada serio sabe acerca de este objeto celeste” (cosa bien
cierta, por otra parte).
Aduciré a mí favor que en esta
circunstancia tan locuaz, en la que hasta los más tontos hacen
relojes, y los expertos en la coviz, que dice el Maestro Ignacio Ruiz
Quintano, son tan abundantes como los necios en política (constelación de grandes estrellas a la que la distinción entre votar y elegir le supone todo un trago inaprensible...), parece darse barra libre incluso para el dicterio.
Así que me permito “hablar” de Ciencia y Filosofía. Era algo que tenía en mente desde que supe que, en su retiro, San Antonio se topó con un Catoblepas. Y que toma cuerpo porque Maestro Quintano evocó hace nada a Martín Municio, “... la voz de la Ciencia en la Academia y el justo medio entre las dos culturas -los saberes científicos y los saberes humanísticos- de Snow,...”, aquí, en Ángel M. Municio.
Y a falta de una buena mochila repleta de lecturas e ingente saber acumulado, tocaré la epidermis de la cuestión, la cáscara de la almendra, reduciendo los saberes humanísticos -no susceptibles de reproducción en condiciones controladas en un laboratorio- al saber por excelencia que representa la filosofía.
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LA FILOSOFÍA EN EL CENTRO DE LAS 7 ARTES LIBERALES ##~## |
Me imagino un enorme almendruco, flotando en el cosmos como otro objeto celeste más, por el que deambulan 2 sapiens: por su exterior, uno; el otro, por el interior cóncavo de la cáscara, que para ambos es “suelo” (y que supondré elemento carente de interés).
Al 1º, persona de ciencia, se le ofrece la contemplación y estudio del cosmos todo; ahora bien, ese cosmos, en su enormidad, ¿no resultará, en definitiva, inaprensible?
Al 2º, persona de filosofía, tan solo la de la almendra, que podrá observar y estudiar. También especular y establecer hipótesis acerca de su dualidad fruto/semilla, su ser, pero sin llegar nunca a su explicación, ni, por descontado, a la de su razón de ser (incluso aceptando una posible inteligencia con “el de afuera”...). Al igual que el cosmos para la 1ª, el fruto/semilla persiste inaprensible. Esquivo, no permite que se desentrañe su secreto esencial...
Mientras que C. Linneo [1707-1778] tuvo la ocurrencia de asentar el apellido sapiens para el homo de nuestra más reciente Historia, epíteto que la historia más reciente se empeña en desmentir de manera inapelable, Voltaire [1694-1778], contemporáneo del filósofo naturalista sueco, sostenía que «En tanto que el Reverendo Padre Malebranche conversa familiarmente con el Verbo, la tierra está cubierta de bípedos que luchan por su mera subsistencia y no tienen ninguna idea metafísica» (Dictionnaire Philosophique)
Bastante antes, el quijotesco Maese Pedro profería su famosa admonición: «Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala», casi a la vez que Francis Bacon [1561-1626] escribiera “... cosas sobre la Ciencia con un sentido no superado desde entonces”*, como que “.... está claro que los efectos benefactores de fundadores de ciudades, legisladores, padres de pueblos, exterminadores de tiranos y héroes de esta clase, se extienden únicamente a ámbitos restringidos y lapsos de tiempo cortos, mientras que el trabajo del inventor, aunque menos pomposo y espectacular, se deja sentir por dondequiera y para siempre.”