2022/12/16

[160] ¿FILÓSOFOS? ¿PARA QUÉ…?. JEAN FRANÇOIS REVEL. (CAP. 5. 1ª PARTE)


 (1ª parte)

«No apruebo en absoluto el pretender engañarse saciándose con falsas ilusiones. Es por lo que, al ver que conocer la verdad es una mayor perfección que ignorar, aunque nos suponga quebranto, proclamo que es preferible ser menos feliz y tener más conocimientos»
Descartes [5.1]
 
«Estoy desolado por su erisipela… Le ruego que se cuide, al menos hasta que sepa si hay manera de hallar un remedio que se apoye en pruebas infalibles.»
Descartes [5.2]


Los filósofos no tienen por costumbre subestimar su talento. De creerlos uno a uno, la humanidad solo comienza a pensar realmente, con él. Por otra parte, se constata que las ideas que se utilizan como cuestiones intelectuales en nuestra civilización, y que la hacen ser lo que es, lo que deviene, tienen muy poco que ver con la historia de las filosofías en el sentido oficial del término. Si se observa con cuidado lo que ha retenido una persona culta de nuestro tiempo, que haya tratado de informarse a conciencia sobre el conjunto de la filosofía, se averigua que retuvo: 1º, de Descartes, la vaga idea de que hay que proceder con método; 2º, de Kant, la expresión “imperativo categórico” (que aplica, por otra parte, a imperativos hipotéticos de modo indefectible). Por supuesto que no hablo de modas: el “tiempo subjetivo” en la época de Proust, el “compromiso” hoy, los “vórtices” cartesianos y los “animales—máquinas” de la época de las Mujeres Sabias y de la Epístola a la Sra. de la Sablière, etc… A largo plazo, una obra tiene tanto menos presencia en el pensamiento de las personas cuanto mayor es en las historias de la filosofía, y en estas últimas ocupa tanto menos cuanto más considerable ha sido su papel efectivo. En efecto, al más imperceptible progreso en las ciencias naturales o humanas, a la más tenue transformación en las artes, las letras, la política, o las costumbres, las teorías de la  filosofía se desmoronan con una regularidad que verdaderamente constituye el único “criterio de verdad” que ha sido capaz de aportar a lo largo del tiempo.


Los filósofos siempre han sido refutados por aquéllos a los que pretendían sobrepasar en rigor y en amplitud. ¿No deberían preocuparse por el hecho de que todas las grandes renovaciones filosóficas ocurridas, sobre todo desde hace un siglo, se deben a economistas, a naturalistas, matemáticos, físicos, biólogos o médicos, y en ningún caso a un filósofo profesional? Se responderá que la filosofía no tiene por qué hacer descubrimientos, que es reflexión sobre los descubrimientos de los demás y explicación de su sentido metafísico, que es, según la fórmula de Brunschvicg, “la ciencia de los problemas resueltos” [5.3]. De momento dejemos de lado el análisis de esta concepción, que plantea el problema de la propia posibilidad de una epistemología seria. Porque en el pensamiento moderno los filósofos no solo no aportaron nada comparable a las renovaciones intelectuales de las que he hablado, sino que en la mayor parte de los casos fueron los últimos en comprender, ya se trate del evolucionismo, del materialismo histórico, de la matemática no euclídeas, de la física no newtoniana, del psicoanálisis, etc… No solo no captaron el alcance filosófico, sino que en cada caso han tardado una buena cincuentena de años en referirse a él, a veces un siglo y, por añadidura, mal.

 Si la metafísica es elucidación del sentido de lo que existe, no consiste pues en soslayar lo existente. La metafísica de Platón, por ejemplo, no está aislada. Antes de abordar la metafísica, Platón, de entrada, es capaz de hablar de política, de moral, de arte, de amor, de sofística, al menos tan bien como el más inteligente de los no filósofos. Es la razón por la que el poder de su metafísica surge de que es una auténtica superación, y no un recambio, del sprit de finesse —y del esprit de géometrie [5.4].

Invocar a los griegos ciertamente es poco novedoso. ¿Y quién no invoca a los griegos? Hay de todo en los griegos, incluso, con Aristóteles, los inicios de la filosofía aflictiva. A pesar de todo, cuando se lee a Platón, a los Estoicos, a los Epicúreos, cuando se escruta a Diógenes Laercio, se tiene la impresión de estar tratando con filósofos, pero no se tiene, por el contrario, la impresión de estar tratando con espíritus carentes de sutileza. Para empezar, encontramos en ellos ese regusto hacia el que Rousseau, Kierkegaard o Nietzsche tendieron tantas veces, con tanta nostalgia, y con el sentimiento de estar como de penitencia en la filosofía moderna. Por el contrario, se da en Leibniz, o en Kant, una grisura, un aspecto académico destilado en los libros, incompetente para cuestiones de la vida, que a primera vista revela una “actitud existencial” muy diferente.

Obviamente no nos imaginamos a un autor moderno comenzar una obra importante de filosofía declarando, como hace Platón al principio de Las Leyes, que va a tratar la cuestión de la utilidad de los banquetes. En realidad, a lo largo de los dos primeros libros de Las Leyes, mediante la cuestión de la utilidad de los banquetes y por una suerte de progreso en espiral, lo que deduce Platón es una definición de la virtud. Método indirecto, casi pudoroso, en el que, a partir de una anécdota, de un hallazgo, de un hecho cualquiera, de una opinión, de un detalle técnico, de un ejemplo de moral práctica, hace ver que todo lo que es real y percibido como tal es susceptible de un desarrollo filosófico, y que la filosofía, en primer lugar, consiste en eso. Método que descubre un segundo plano metafísico detrás de cada peculiaridad de la vida humana, y, a la inversa, hace como vibrar el análisis de una cuestión general al unísono con todos los aspectos vividos que se entrelazan con ella en la existencia. Así las cuestiones importantes surgen, si ha lugar, de la propia discusión.

Es decir, en Platón lo que es previo se considera como tal y en sí mismo. Platón no se remite de manera permanente a un desarrollo posterior. O mejor, lo que viene a continuación es realmente ulterior, se basa en análisis previos efectivamente asentados y justificables en sí mismos. Hablar del arte oratorio es, en primer lugar, hablar del arte oratorio. Luego se esboza una filosofía del arte oratorio. Se hace ver que la cuestión plantea el problema moral por completo, luego el de la justificación final del destino humano, el problema metafísico por excelencia. Lo mismo si se habla del amor, o de la Ciudad. Y se hable de oratoria, de la ciudad o del amor, se desemboca en una misma teoría metafísica, pero, precisamente, se desemboca en ella. De modo que, incluso si los desarrollos metafísicos que se deducen de los análisis sean discutibles, no comprometen sin embargo la validez de esos análisis de partida. De ahí proviene el poder de sugestión filosófica de los diálogos de Platón, incluso si sugieren otra filosofía diferente al platonismo. ¿Por qué creemos que Platón es leído hoy en día cuando nadie es platónico al pie de la letra?

Por lo mismo no seríamos capaces de negar a Pascal un determinado sentido metafísico de la “finitud” del hombre, un cierto poder, a propósito del hastío, de la vanidad, de las distracciones, de “desvelar” evidencias que no son precisamente de orden “óntico”. A continuación, Pascal, a partir de estas evidencias, deduce argumentos para pasar a una apologética de la religión cristiana. Pero este “a partir de” es efectivamente así: incluso si se considera falso lo que deduce, los análisis que sirven de base conservan intacto su valor.

Por contra, sería factible un estudio completo de falsas premisas en algunos autores; un análisis de esos pasos que se finge dar antes de las conclusiones que supuestamente soportan, y que en realidad son una amalgama de conocimientos de terceros transformados de manera artificial en heraldos de conclusiones preestablecidas.

Tomemos por ejemplo el estudio de Heidegger sobre El origen de la obra de arte [5.5]. Heidegger analiza un cuadro de Van de Gogh que representa unos zapatos de campesino. Un zapato, nos dice, es en principio un utensilio, es decir, un ente que lo es para otros entes, y para un Dasein (esencia primigenia). La “utilidad” remite de ordinario a otros utensilios. Pero este zapato, en virtud de su “fiabilidad” [5.6], “revela” el mundo del campesino, nos hace presentes el paso cansino, la tierra apelmazada, el trabajo inmutable, la soledad de las campiñas. Pero, − ¡cuidado!− el poder revelador del cuadro no deriva en modo alguno de que es una copia fotográfica del zapato. Ahí no está la autenticidad del arte. De hecho, el zapato está desgajado de su valor únicamente instrumental y en él se materializa la verdad de un mundo. Por consiguiente, la obra de arte es una manera de hacer surgir la verdad del Ser, gracias a la creación de una obra, a su materialización. La obra es creación en la medida en que es revelación, en la que es testimonio de verdad. Es comprobación; en ella la verdad resulta auténtica. “Sie lässt die Wahrheit entspringen”. Es apertura a la verdad, esa verdad que es en sí misma Apertura del Abierto, “Offenheit des Offenen”.

A continuación, Heidegger, recomienza a propósito de un templo griego.

Que tal secuencia de banalidades haya podido surgir del Pastor del Ser; que no haya dudado en asestarnos una serie de novatadas intelectuales tan lamentable; que se atreva a presentarnos, como emanando de la pureza original de su reflexión, un amasijo de fórmulas tan manifiestamente de segunda mano, tan deplorablemente ónticas; una acumulación de tópicos que, desde hace cincuenta años, sirven de abrevadero universal a la crítica literaria y a la crítica artística; que se haya limitado a enganchar a la locomotora de la retórica heideggeriana, como hecho “causal de la obra de arte”, este cajón de sastre de tópicos; que con este tono profético y despectivo, sin el cual no puede escribir nada, que se haya extendido en desarrollos que ningún estudiante de filosofía o letras, que se haya aprendido a toda prisa la Introducción a la Poética de Valery o las Voces del Silencio de Malraux, se atreva a emplear en una exposición, es lo que nos suscita las mayores inquietudes no solo acerca de la filosofía de Heidegger, sino acerca de su cultura [5.7].

Lo que apenas vemos es de qué forma se pueden tener un saber filosófico sin conocimiento alguno. ¿Cómo creer, por ejemplo, que Descartes o Spinoza puedan descubrir el principio de todas las pasiones humanas, cuándo sus análisis de pasiones concretas son más pobres y erróneos que los de la mayoría de los moralistas, de los dramaturgos y novelistas de su tiempo? El Tratado de las pasiones es muy útil para comprender el sistema de Descartes, pero seguramente no lo es para comprender las pasiones en sí, a propósito de las cuales sólo enuncia trivialidades. −Es la universalidad de la filosofía lo que aquí está en cuestión una vez más. So pretexto de que la verdad filosófica es universal, el filósofo también se cree universal. Se habla del Ser, y se hace estética, y se ponen los cimientos de una sociología, y de modo accesorio también se tiene su propia concepción sobre la estructura del razonamiento matemático y sobre al indeterminación en física microscópica. A partir de ahí la filosofía no es más que una mezcla de consideraciones inciertas, presentadas con el aparente rigor de una sistematización artificial, sobre la base de conocimientos parciales e imprecisos.


...

PS del 30ENE2024

Como continuación de lo expuesto en la introducción [153], deseo informar de la publicación de mi traducción de El Antiguo Régimen y la Revolución (ISBN 9788409368433), el gran clásico de Alexis de Tocqueville, según la versión de su primera edición en 1856. 

Incluye por ello dos notas habitualmente omitidas en las traducciones existentes, de las que destaco los 'Impuestos feudales que perduraban en el momento de la Revolución, según los expertos de la época', ya que Tocqueville señala la secular desigualdad de los franceses ante el impuesto como una de las causas de las que surge 1789.

En ella actúo en calidad de traductor/editor/publicista/comercializador... Está disponible en librosefecaro@gmail.com, en relación directa con el lector o librero artesano, y en Amazon-books (si bien en mi edición la impresión final estuvo bajo control, en la plataforma on-line ello no está a mi alcance). En España, la web todostuslibros.com publicita algunas de las escasa librerías que disponen de ejemplares a la venta.

En mi propósito de favorecer en lo posible la difusión del pensamiento y obra de Alexis de Tocqueville -alguien lo tiene que hacer-, he optado por una vía editorial que, si bien me ha permitido establecer un PVP (20€/ud., envío a territorio peninsular incluido. Otros destinos, gastos de envío a determinar según lugar) imposible en un sistema de distribución al uso, limita sobremanera el canal comercial, sin menoscabo de una presentación final de una calidad más que aceptable.

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[5.1Carta a Elizabeth, 6 de octubre de 1645.

[5.2]  Carta a Mersenne , enero 1630.

[5.3] El idealismo contemporáneo, p. 81.

[5.4NdT. «...de la intuición y del razonamiento lógico, deductivo.». En Pascal l'esprit de finesse remite habitualmente a una especie de intuición racional que va directamente a la solución de un problema . El esprit de géometrie, consiste en la sutileza en el razonamiento lógico, deductivo.

 [5.5] En los Holzwege.

[5.6] NdT. Verlässlichkeit, en el original.  

[5.7Habría muchas cosas lamentables que decir, en particular, sobre los Tratados de Estética. También Kant, en la Critique du Jugement, en el § 49, titulado De las Facultades del espíritu que constituyen el ingenio, cita, como ejemplo de lo que quiere decir, estos versos franceses de Federico II:  

Sí, acabemos sin perturbación y muramos sin pesar, 

dejando el universo colmado de nuestras beneficencias.

Como el astro de la luz, al final de su carrera extiende sobre el horizonte una suave luz, 

y los últimos rayos que dispara por los aires,

son los últimos suspiros que da al universo.”

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