2023/02/10

[167] ¿FILÓSOFOS? ¿PARA QUÉ…?. JEAN FRANÇOIS REVEL. (CAP. 8. 1ª PARTE)

 

 (1ª parte)

«En tanto que el Reverendo Padre Malebranche conversa familiarmente con el Verbo, la tierra está cubierta de bípedos que luchan por su mera subsistencia y no tienen ninguna idea metafísica»
Voltaire [8.1]
 

No me aventuro a hablar de la sociología en sí: al igual que el psicoanálisis, la sociología, pese a sus lagunas, sus pretensiones injustificadas, sus falsas certezas, incluso sus ridículos, existe. Los que aquí nos interesa son las relaciones de la sociología con la filosofía.

Porque la sociología tiene un origen filosófico de derecho, ya que no de hecho. De hecho, no, porque la curiosidad sociológica anima todo el siglo XVIII, en el que, en la mente de los enciclopedistas, era un arma contra la filosofía dogmática y la metafísica de inspiración religiosa. De derecho porque es Comte, seguido con métodos mucho más precisos por Durkheim, quien aísla y define el objeto de la sociología, y porque aún más recientemente, con Mauss o Lévi—Strauss, los sociólogos, sobre todo en Francia, son filósofos de formación. Esta genealogía filosófica, que de paso se completa con influencias de Max Weber, Scheler, Tönnies o Spengler, arroja un primer resultado: que la sociología marxista se soslaya, que se intenta hacer sociología como si El Capital no se hubiera escrito; pero como es difícil hacerla para las sociedades evolucionadas, salvo aceptando una sociología puramente morfológica e inútil para ellas, como la de Halbwachs, o bien una sociología ininteligible, como la de Gurvitch, entonces se nos desvía hacia el estudio de las sociedades arcaicas, en las que la adhesión a las formas morales parece más unánime y más intensa, lo que permite considerar estas formas como realidades primigenias: la sociología seria de nuestro tiempo es fundamentalmente etnología.

Ahora bien, después de haber tratado de explicar las sociedades arcaicas de manera idealista, la sociología se esfuerza en transponer esta explicación al ámbito de las sociedades evolucionadas sin proceder al análisis directo de estas últimas. Así, Mauss, en el Ensayo sobre el Don, tras mostrar que no se podría comprender la vida económica de las sociedades arcaicas si se tiene en mente el concepto occidental de contrato, regulador de un acto meramente comercial que excluye cualquier otro valor que el económico, trata de aplicar a nuestras sociedades las nociones que dedujo del estudio de las sociedades arcaicas; es decir, que en sentido inverso comete el error de partida que denuncia. Tras Malinowski, Mauss deduce con brillantez, en el Ensayo sobre el Don, la noción de “prestaciones totales”: regalos obligados, aceptados y correspondidos; hechos económicos cargados de significados e intenciones religiosas, familiares, políticas, personales, etc… En estas sociedades el don se transforma en la forma fundamental de todo intercambio. Pero, a continuación, Mauss trata de explicar el derecho romano en base a este mismo concepto de prestación total, cuando el derecho romano es precisamente su negación, el esfuerzo para liberarse, para separar el derecho económico del derecho personal, para suprimir la obligación de dar y aceptar, para imponer la obligación de cumplir un contrato explícito, para calcular de manera cuantitativa valores equivalentes, fijar precios, intereses; en resumen, para separar y definir todo lo que en las sociedades arcaicas, está entremezclado. A partir de entonces la prestación total, o lo que la recuerde, resulta un vestigio, un residuo, algo que no permite comprender, algo que impide comprender. Y el admirable Ensayo sobre el don concluye con unas consideraciones pueriles respecto de los regalos de cumpleaños y las invitaciones a almorzar en nuestras sociedades. Porque si es cierto que la noción de prestación total representa el concepto clave para comprender las sociedades arcaicas, también lo es que el concepto clave para comprender las sociedades evolucionadas es precisamente lo que se parece lo menos posible a la prestación total, lo más distante, debiendo considerarse todo lo demás como residual y accesorio; sí es rigurosamente cierto al menos que, para comprender una sociedad, hay que considerar aquello que hace que sea lo que es, en lugar de aquello pese a lo cual es.

De ese modo el Sr. Lévi—Strauss escribe en Las Estructuras Elementales del Parentesco: "Muy a menudo, he observado el ceremonial del almuerzo en los restaurantes baratos del mediodía francés, sobre todo en aquellas zonas en las que el vino era la industria principal; está rodeado de una especie de respeto místico que hace del vino la “rich food (sic) por excelencia”.

Nada ilustra mejor que esta frase —con el desarrollo que prosigue acerca de la obligación del “intercambio” de vino, por ejemplo, escanciarlo a su vecino y que él se lo escancie a Ud.—, la deriva de la sociología hacia la etnología.

Al emplear la palabra “ceremonial” y hablar de “respeto místico” hacia el vino, Lévi—Strauss atribuye a los fenómenos que describe un peso, una rigidez y una consistencia de la que en realidad carecen por completo. Sugiere la existencia, tras una conducta, de un sistema mental y sentimental inencontrable. Cuando vemos cómo los sociólogos hablan de las sociedades que conocemos, surge el mayor recelo a propósito de lo que dicen de aquellas que no conocemos. Si dentro de mil años alguien leyera este texto, deducirá que en el mediodía francés existía en el SXX una religión del vino, y, cual nuevo Lévi—Strauss, escribirá una tesis sobre esta religión para demostrar que probablemente esté en el origen de la desaparición del cristianismo [8.2].

Ciertamente hay que vivir y tener hábitos, pero éstos ni son tan compactos, ni tan significativos, ni tan coherentes, ni tan comúnmente seguidos por todos los individuos, ni seguidos con una convicción tal por quienes los practican como los sociólogos nos lo pintan. Se arriesgan de ese modo a describir la sociedad en la que nos aburrimos o dormimos, a partes iguales, no en la que vivimos. Colocan conceptos construidos artificialmente, sobre la base de realidades detraídas de su contexto, por encima de los usos de la época; luego parten de estos conceptos para encontrarles presuntas aplicaciones en aquellos.

Tras Malinowski, y Mauss, Lévi—Strauss hace del concepto de intercambio el centro de su sistema de justificación de las estructuras del parentesco, a partir del análisis de un hecho universal pero muy variable en su extensión y en su forma: el de la prohibición del incesto. El papel fundamental atribuido al intercambio se apoya en un conjunto de hechos indiscutibles. Pero en lugar de considerar el intercambio junto a su contenido, objeto o propósito, y de analizar aquello a lo que se refiere, Lévi—Strauss lo aísla, hace de él un concepto formal, una especie de principio constitutivo al que se debería llegar independientemente de las condiciones concretas e históricas de tal o cual sociedad determinada.

Ya en Mauss no captamos en ningún momento sobre qué bases económicas descansan las formas particulares de los dones, como el potlatch del noroeste americano o el “Kula” de las Tobriands. Es absolutamente cierto, sin embargo, que esas ruedas de regalos, que en definitiva engullen todas las riquezas de una sociedad y que sólo es una manera de repartirlas, responden a las condiciones determinadas por un modo de producción y una estructura social. Hasta es probable —salvo que sea una excepción histórica de la que entonces habría que dar cuenta— que oculten una explotación económica de una parte de los miembros de cada sociedad de ese tipo, por otra. En lugar de ceñirse a este problema, Mauss, a la vez que dice que se trata de un “hecho social total”, sólo estudia en realidad las representaciones morales que lo acompañan, exactamente como si un historiador burgués sólo mencionara las garantías jurídicas que otorgan por principio las constituciones políticas del siglo XIX, por ejemplo, e hiciera abstracción de la existencia de varias clases sociales, que es lo que aporta a esas garantías un contenido real para unos, muy menguado para los demás.

Lévi—Strauss es abstracto asimismo al aplicar el concepto de intercambio al estudio de las reglas matrimoniales y de los problemas de parentesco. Ningún capítulo de su libro es al respecto más revelador que aquel en el que trata de descubrir en la psicología del niño la raíz del intercambio como principio constitutivo fundamental [8.3]. Por un lado, a lo largo de todo su libro, Lévi—Strauss deja en claro que los sistemas de parentesco descansan en el hecho primitivo, y sintéticamente aprehendido como un todo, del intercambio y la reciprocidad. Luego, al igual que el intercambio, las instituciones que de él derivan, y en concreto la organización dualista, resuelven un problema esencialmente económico. Pero, por otro, Lévi—Strauss trata de vincular el propio problema económico a “estructuras mentales” universales que trata de descubrir en la psicología del niño. Estas estructuras universales, de las cuales se apreciará el carácter mucho más abstracto que universal, son para él tres en total: “la necesidad de la Norma como tal; la noción de reciprocidad considerada como la forma más inmediata bajo la cual pueda integrarse la oposición de mi yo a los demás; en fin, el carácter sintético del Don, es decir que el hecho de la transferencia consentida de un bien entre individuos transforma a éstos en asociados, y añade una nueva calidad al bien transferido” [8.4].


...

PS del 30ENE2024

Como continuación de lo expuesto en la introducción [153], deseo informar de la publicación de mi traducción de El Antiguo Régimen y la Revolución (ISBN 9788409368433), el gran clásico de Alexis de Tocqueville, según la versión de su primera edición en 1856. 

Incluye por ello dos notas habitualmente omitidas en las traducciones existentes, de las que destaco los 'Impuestos feudales que perduraban en el momento de la Revolución, según los expertos de la época', ya que Tocqueville señala la secular desigualdad de los franceses ante el impuesto como una de las causas de las que surge 1789.

En ella actúo en calidad de traductor/editor/publicista/comercializador... Está disponible en librosefecaro@gmail.com, en relación directa con el lector o librero artesano, y en Amazon-books (si bien en mi edición la impresión final estuvo bajo control, en la plataforma on-line ello no está a mi alcance). En España, la web todostuslibros.com publicita algunas de las escasa librerías que disponen de ejemplares a la venta.

En mi propósito de favorecer en lo posible la difusión del pensamiento y obra de Alexis de Tocqueville -alguien lo tiene que hacer-, he optado por una vía editorial que, si bien me ha permitido establecer un PVP (20€/ud., envío a territorio peninsular incluido. Otros destinos, gastos de envío a determinar según lugar) imposible en un sistema de distribución al uso, limita sobremanera el canal comercial, sin menoscabo de una presentación final de una calidad más que aceptable.

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[8.1Dictionnaire Philosophique.

[8.2]  NdT. ¿Aventura JF Revel, acaso, ese hecho como posibilidad, habida cuenta de que Alexis de Tocqueville establece que la Democracia que conoce en el Nuevo Mundo es fruta del huerto cristiano, si bien cultivado por mano protestante?

[8.3Estructuras Elementales del Parentesco, cap. VII.

[8.4Op. cit. p. 108—109.

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