LA FISCALIDAD
EN ESPAÑA, AHORA
RESUMEN
A. El modo en el que se estructura el estado y su proyección en el concierto de las naciones, determina sus exigencias de financiación, el sistema fiscal. La exorbitante deuda externa real [en torno al 180% del PIB, estimado este en 1 billón de €], empobrecimiento diferido para las generaciones que prosigan es una de sus consecuencias;
B. La función correctiva de las desigualdades de renta y riqueza asignada al sistema fiscal es un celofán que enmascara el carácter cuasi-confiscatorio que la presión fiscal ejerce sobre los más;
C. La corrupción, enorme sumidero de recursos detraídos de su uso "natural" abunda en la pauperización de los más;
D. La complejidad del sistema fiscal, y la aplicación efectiva de un principio de culpabilidad fiscal a los sujetos tributarios corrientes, induce a concluir que el sistema en su conjunto se configura para que tributen aquellos que no pueden evitarlo y no quienes pueden y deben aportar más. Genera un claro sentimiento de vulnerabilidad en los contribuyentes "ordinarios" y la certeza de que "los poderosos" -que de un modo u otro determinan el contenido de las normas fiscales- tienen recursos sobrados para hallar "escapatorias dentro de la ley"; ingeniería fiscal, se dice.
E. La presión fiscal supone a escala individual una disminución de los recursos disponibles, que se manifiesta como: #Una mengua de la libertad; #Una minoración de la iniciativa económica potencial, que conlleva menores tasas de empleo y una particular solidaridad inversa que ha obligado y obliga a muchos de nuestros jóvenes mejor preparados a emplearse en las "metrópolis" europeas; #Una clara apelación a la economía sumergida, como escapatoria a la voracidad fiscal que exhibe el estado; #Una profundización de la sima que separa sociedad civil y sociedad política.
En lo que sigue, y con mayor o menor tino, se desarrollan con mayor detalle los aspectos señalados.
Abordar someramente la gran cuestión del modo en el que se financia el Estado -fiscalidad-, ya sea por el aflujo de recursos económicos de la Nación o bien con aportación externa, también requiere una triple consideración: por un lado, la de la formulación teórica con la que se arropa el sistema en su conjunto; la de la realidad del uso que recibe tal caudal por otro; y, finalmente, del marco efectivo que muestra la realidad de la cuestión.
A. El modo en el que se estructura el estado y su proyección en el concierto de las naciones, determina sus exigencias de financiación, el sistema fiscal. La exorbitante deuda externa real [en torno al 180% del PIB, estimado este en 1 billón de €], empobrecimiento diferido para las generaciones que prosigan es una de sus consecuencias;
B. La función correctiva de las desigualdades de renta y riqueza asignada al sistema fiscal es un celofán que enmascara el carácter cuasi-confiscatorio que la presión fiscal ejerce sobre los más;
C. La corrupción, enorme sumidero de recursos detraídos de su uso "natural" abunda en la pauperización de los más;
D. La complejidad del sistema fiscal, y la aplicación efectiva de un principio de culpabilidad fiscal a los sujetos tributarios corrientes, induce a concluir que el sistema en su conjunto se configura para que tributen aquellos que no pueden evitarlo y no quienes pueden y deben aportar más. Genera un claro sentimiento de vulnerabilidad en los contribuyentes "ordinarios" y la certeza de que "los poderosos" -que de un modo u otro determinan el contenido de las normas fiscales- tienen recursos sobrados para hallar "escapatorias dentro de la ley"; ingeniería fiscal, se dice.
E. La presión fiscal supone a escala individual una disminución de los recursos disponibles, que se manifiesta como: #Una mengua de la libertad; #Una minoración de la iniciativa económica potencial, que conlleva menores tasas de empleo y una particular solidaridad inversa que ha obligado y obliga a muchos de nuestros jóvenes mejor preparados a emplearse en las "metrópolis" europeas; #Una clara apelación a la economía sumergida, como escapatoria a la voracidad fiscal que exhibe el estado; #Una profundización de la sima que separa sociedad civil y sociedad política.
En lo que sigue, y con mayor o menor tino, se desarrollan con mayor detalle los aspectos señalados.
Abordar someramente la gran cuestión del modo en el que se financia el Estado -fiscalidad-, ya sea por el aflujo de recursos económicos de la Nación o bien con aportación externa, también requiere una triple consideración: por un lado, la de la formulación teórica con la que se arropa el sistema en su conjunto; la de la realidad del uso que recibe tal caudal por otro; y, finalmente, del marco efectivo que muestra la realidad de la cuestión.
4.
El cometido de cualquier sistema fiscal consiste en dotar al Estado
de los recursos con los que, asegurado el sostenimiento de la Nación,
poder abordar y resolver los diversos problemas, reales o presuntos,
que derivan de la convivencia forzada en la que se desenvuelven las
vidas cotidianas de los nacionales, en particular aquellos que afligen a los más.
Pero
el Estado, dijimos, se formula “de acuerdo” con la Nación, o con
una parte de esta que al usurpar la función esencial de aquella se
apropia del pecio para hacerlo derrotar a su conveniencia, por
ejemplo con el consenso del 77. Y en consecuencia la
formulación que se haga del Estado, y el campo de posibilidades es ilimitado, determina sus necesidades y las
fuentes de las que obtener los recursos precisos.
Más
concretamente, si un nacional “X”, censado en un municipio “Y”, ha de sostener a:
a.-
la administración local; b.- una posible admón comarcal; c.- la
admón./diputación provincial; d.-la admón. regional/autonómica;
e.- posibles entes supramunicipales, supraprovinciales y
suprarregionales, nacionales o internacionales; f.- empresas públicas, fundaciones y agencias varias, escamoteadas bajo las más imaginativos máscaras; g.- ONG's que viven gracias a las aportaciones del
estado; h.- partidos, sindicatos y patronales, financiadas con fondos públicos;
i.- la admón. central, con todos sus compromisos internacionales, del que segrego de modo específico el que sigue, y sus derivadas; j.- la admón. de
la UE; k.- varios e indeterminados que hayan podido escapar al
repertorio exhaustivo anterior,
convendrán conmigo, respetados
lectores, que el esfuerzo económico que se le ha de requerir es de
una magnitud insoportable por considerable.
Si no es el correspondiente, que no lo es, se debe al recurso continuo a la deuda, una especie de tumor latente e insaciable: los compromisos son para cumplirlos y el deudor no es sino un títere al que el acreedor, un día, le conminará al pago señalándole día, hora, lugar e indumentaria con la que concurrir a saldar su deuda; su 'libertad' es pura quimera.
Pero tal repertorio no es algo ineluctable, es obviamente resultado de voluntades. Y el esfuerzo supone una
mengua en proporción directa de su “libertad” y una llamada a
voces a la economía sumergida, cuya razón de ser principal,
obviamente, no es otra que la voracidad fiscal del Estado.
La
función correctiva de las desigualdades sociales, la función
redistributiva de renta y riqueza, común y cuasi universalmente
aceptada entre nosotros -un discurso discrepante está vedado en una
sociedad tan locuaz como uniforme en su enunciado del tópico y del
lugar común, “el consenso” en lo esencial y la diferencia en lo
anecdótico-, no deja de ser un señuelo, un callabobos, el estafermo
distractivo que aleja la mirada de lo esencial, que es lo anterior.
El
hecho en sí impregna una sociedad española de tradición
mayoritaria católica y desconozco qué tiene que ver con la
denominada “doctrina social de la Iglesia”, con la que personas
de pocos escrúpulos arropan sus discursos. Es preciso considerar que
entre las dos grandes ramas del tronco cristiano común, catolicismo
y protestantismo, se evidencia una notable y nada sutil diferencia:
aquel alienta la igualdad aún a costa del sacrificio de parcelas de
libertad, este la ampara aún a sabiendas de las profundas
desigualdades que la realidad exhibe.
Una
lectura de la correspondencia con Arthur de Gobineau de Alexis
deTocqueville [“... un hito de la literatura epistolar del S XIX”,
dijo de ella D. Luis Díez del Corral en su discurso de Ingreso en la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Madrid, 1965] nos
aporta buena luz.
Tocqueville
argumenta en torno al cristianismo que denosta Gobineau y a la
caridad. Esta virtud, tradicionalmente privada aunque en algún modo
regulada* durante el AR, pasó a ser con la Revolución una “virtud
pública” -instituida, administrada, es decir, corrompida-. Caridad
forzada que ahora se denomina solidaridad eufemísticamente:
[...]
El cristianismo me parece que hizo una revolución o, si lo prefiere
mejor, un cambio muy considerable en las ideas relativas a los
deberes y derechos, ideas que son, en definitiva, el objeto de
cualquier ciencia moral.
...
La moral de nuestros días, tal como la veo manifestarse..., en la
cháchara incesante de nuestra locuaz sociedad..., la moral moderna,
digo, ... no ha hecho más que desarrollar, ampliar las consecuencias
de la moral del cristianismo sin cambiar los principios. ... Al
haberse debilitado nuestras creencias religiosas y oscurecido la
visión del otro mundo, la moral debe mostrarse más indulgente con
las necesidades y los placeres materiales.
...
Pero la innovación más notable de los modernos en la moral creo que
consiste en el enorme desarrollo y el nuevo aspecto dados en nuestros
días a dos ideas que el cristianismo ya había destacado
notablemente, a saber: que todos los hombres tienen el mismo derecho
a los bienes de este mundo y el deber de auxiliar, de los que más
tienen, a los que tienen menos.
...
Esta primera innovación ha traído otra: el cristianismo había
hecho de la beneficencia o, como él la había llamado, de la
caridad, una virtud privada. Hacemos de ella cada vez más un deber
social, una obligación política, una virtud pública. El gran
número de personas a socorrer, la variedad de necesidades a las que
nos sentimos obligados a asistir, la desaparición de grandes
individualidades, a las que se podía acudir para lograrlo, han hecho
volver todas las miradas hacia los gobiernos. Se le ha impuesto una
obligación estricta de reparar algunas desigualdades, de acudir en
ayuda de ciertas miserias, de prestar a todos los débiles, a todos
los desdichados, un apoyo. Se ha establecido así una especie de
moral social y política que los Antiguos sólo conocían muy
imperfectamente y que es una combinación de las ideas políticas de
la Antigüedad y los conceptos morales del cristianismo […]
[*
La nobleza tenía ciertas obligaciones asistenciales para con los
pobres en su demarcación, si bien el pauperismo, en ciertas épocas,
alcanzó cotas de una crueldad inconcebible]
Caridad
forzada que viene marcada por el estigma que ya apreció de la
Boëtie, nada menos que tres siglos antes, en su
“Discurso de
la servidumbre voluntaria”:
… “Los
tiranos [de Roma] se mostraban generosos con el cuarto de trigo, el
sexto de vino y el sextercio, y movía a la piedad oír gritos de
¡Viva el Rey! Esto necios no se percataban de que no hacían sino
recuperar una parte de lo suyo y que esa misma porción el tirano no
se la hubiera podido dar si antes no se lo hubiera usurpado. Uno
recogía hoy el sestercio, otro se saciaba en el festín público,
bendiciendo a Tiberio y Nerón por su generosidad cuando, obligado
el día de después a abandonar sus bienes a la codicia, sus hijos a
la lujuria, su propia sangre a la crueldad de esos emperadores
magníficos, callaba como una piedra y se agitaba lo mismo que un
tocón. El populacho siempre ha sido igual: ante los placeres que
honestamente no puede alcanzar, se muestra dispuesto y disoluto; ante
las penas y quebrantos que honestamente puede sufrir, se muestra
insensible.”
Son los anteriores elementos a considerar a la hora de enjuiciar la formulación teórica del
discurso justificativo del sistema fiscal vigente y efectivo que nos somete.
5.
Lamentablemente decir
España,
aquí y ahora, es decir corrupción.
El espectáculo, y la
incuria/indolencia/tolerancia/pasividad/permisividad, cuando no
complacencia cómplice, de mis conciudadanos, abochorna; sonroja a
quienquiera que tenga un mínimo de decencia y decoro.
La
corrupción arraiga en el consenso
del 77,
y huelga volver a repetirlo. Que el Sr. Lesmes lo diga, que el propio Presidente del
Tribunal Supremo lo proclame, no deja de ser banal[http://convozqueda.blogspot.com.es/2016/04/25-presidente-del-supremo-la-corrupcion.html].
D.
Antonio Gª Trevijano lo predijo desde el primer momento: la
consecuencia lógica e inevitable del consenso del 77 elevaría la
corrupción a factor determinante de gobierno en España.
No se equivocó un ápice pese a que a D. Antonio le infamara el psoe de D. Enrique Múgica y se le negara en vida el pan y la sal por su clarividencia y rigor analítico: llegará la hora en la que reciba la
justicia que merece.
A pesar de que un escándalo prosiga a otro, mis compatriotas se muestran incapaces de concebir que otra realidad es posible: pasivos sujetos pasivos tributarios actúan como los perros de Licurgo. Empeñados en dar la razón a Sebastiano Foscarini, el último embajador de la República de Venecia en la corte madrileña, a la que llegó allá por 1757**. Foscarini despachó así al Dux: "Se diría, para terminar, que los españoles tienen ingenio, capacidad y medios suficientes tiene todas las posibilidades para restaurar a su país, no lograrán hacerlo; y aunque enteramente capaces de salvar su Estado, no losalvarán porque les falta la voluntad de hacerlo" [en El Laberinto Español, de Geral Brenan. Ediciones Ruedo Ibérico,
A pesar de que un escándalo prosiga a otro, mis compatriotas se muestran incapaces de concebir que otra realidad es posible: pasivos sujetos pasivos tributarios actúan como los perros de Licurgo. Empeñados en dar la razón a Sebastiano Foscarini, el último embajador de la República de Venecia en la corte madrileña, a la que llegó allá por 1757**. Foscarini despachó así al Dux: "Se diría, para terminar, que los españoles tienen ingenio, capacidad y medios suficientes tiene todas las posibilidades para restaurar a su país, no lograrán hacerlo; y aunque enteramente capaces de salvar su Estado, no losalvarán porque les falta la voluntad de hacerlo" [en El Laberinto Español, de Geral Brenan. Ediciones Ruedo Ibérico,
[** Surge aquí una discrepancia en el fechado: El Laberinto... data la presencia en Madrid de Foscarini de 1682 a 1686 cuando, en el Dizionario Biografico degli Italiani , Volume 49 (1997), Giusepe Gullino afirma de él que "... il F. s'era da poco allontanato da Venezia per assumere il rango di ambasciatore in Spagna, cui era estato electo sin dal 22 apr, 1757" ]
La corrupción se nos ofrece como un enorme sumidero*** -suma de sumideros dispersos- que evacua cantidades enormes. En efectivo, en especies, o de ambos modos a la vez, cantidades que acaban en manos del séquito que acompaña a los que se aúpan a cotas de poder, por romas que sean. Cantidades aportadas por todos de una forma u otra, con claro perjuicio de quienes más necesitados se hallan.
Y en una obscena y demoledora espiral de relaciones causa–efecto, la suma de las cantidades derramadas por el sinnúmero de sumideros alcanza, en España, importes tan exorbitantes que la nación ya se muestra exangüe; la prueba es el mastodóntico déficit acumulado por las “administraciones públicas”. Es una hemorragia en la caja pública que necesariamente hemos de restañar; es el aspecto cuantitativo inmediato. Y para ello se actúa de dos modos: uno bien perceptible; el otro menos, aunque contribuya a retroalimentar al anterior.
El
manifiesto es el acudir, de nuevo, al concurso de todos... con
implantación de nuevos impuestos y subidas de los existentes.
El
menos perceptible es el recurso canallesco al crédito externo que
exorbita la deuda. Así endosamos a los que nos sucedan la cuenta
pendiente de pago por fastos, juergas y fechorías diversas. A la vez
se hace más perentoria la necesidad de... subir
impuestos para hacer frente a los
vencimientos.
La pulsión liberticida de todo tiempo y lugar...! [13/12/2010] |
Y
aquí procede hacer una digresión. Quienes nos han financiado
-Alemania sobre todo-conocían perfectamente qué sucedía [lo supo
su embajador Sr. Brunner en el 92, época de fastos y de convolutos,
de mordidas, en la que se acuñó el “pellón” como unidad de soborno -en
honor de quien sucediera a D. Manuel Olivencia como Comisario General
de la Expo de Sevilla-. Total, ¡pagaba Europa!] .
Comparar
su prodigalidad con la del camello que trata de atrapar en la droga a
su cliente no es un paralelismo exagerado. Si actuaron
irresponsablemente, que asuman su pena, que no es otra que una quita, una pérdida sustantiva para ellos, de lo adeudado. Lo cual no puede suponer una amnistía
encubierta de los corruptos locales, para los que debiera caer
todo el peso de la justicia... si es que la hubiera.
[*** Cuando en plena batalla dentro del psoe entre guerristas y no guerristas, (el Waterguerra en su apogeo -la corrupción protagonizada por un hermano del vicepresidente de gobierno D. Alfonso Guerra, que comerciaba favores en despacho ad hoc de la propia Delegación del Gobieno en la Sevilla de finales de los 80 y comienzos de los 90-), Felipe González remodeló su gabinete relevó, entre otros, al ministro de Obras Públicas, Sr. J Saénz Cosculluela . Su sustituto, el Sr. Borrell declaró que "... a partir de ahora ya no habrá que pagar comisiones en este ministerio..."]
¿A
dónde conduce tal espiral en términos morales/políticos?
-debiera
conducir a una inmediata iniciativa de la Nación ante la degradación
absoluta de la calidad moral de quienes se encaraman al gobierno de
la res
pública,
pero tal toma de responsabilidad ni está ni se le espera;
–conlleva
un
sometimiento cada vez mayor a resultas del empobrecimiento galopante
de los más modestos. Empobrecimiento doble: en la disposición de
recursos propios y de los servicios públicos esenciales, mermados
cualitativa y cuantitativamente, aunque la merma tome frecuentemente
salida en un despilfarro tan inaceptable como real.
–a
un suicida empobrecimiento
social
por asfixia de la iniciativa ante lo que la realidad ofrece. La
solidaridad
inversa
que venimos practicando hacia los países más desarrollados, que
consiste en que nuestros jóvenes mejor preparados hayan buscado
expectativas de vida acordes con su mérito fuera de nuestras
fronteras, es una de sus manifestaciones. El hecho se repite cuando
en los años 60 excelentes matriceros, torneros, fresadores,
mecánicos, etc. se vieron obligados a emigrar a Alemania, Francia, y
otros países en reconstrucción tras el desastre de la 2ª Gran
Guerra, para poder sostener un proyecto de vida digna que en su
patria no les era posible forjar. Las metrópolis desangran a la
colonia, llevándose a sus mejores hijos, por si pudiera concebir
esperanzas de futuro. ¡A negociar la quita!
6.
Y para acabar este discurso anotemos algunas pinceladas sobre
el marco
efectivo que muestra la realidad de la cuestión.
El
punto de partida es doblemente aberrante. Por un lado la enorme
complejidad y volatilidad del sistema fiscal, cuyas disposiciones están sometidas a mil y un cambio en breves lapsos de tiempo .
Por otro, la aplicación al sujeto contribuyente de un principio de culpabilidad/delictividad fiscal contra el que deberá proveerse de un formidable arsenal de pruebas si quiere salir airoso de las acometidas, justificadas o no, de la recaudación.
Ello
conlleva la quiebra de la confianza de las personas corrientes,
abocadas a contratar los servicios de expertos externos, y el
establecimiento como principio sustantivo del hecho de que nuestros
impuestos están establecidos sobre la base de recaudar de quienes no
pueden evitarlos y no de quienes más pueden aportar,
para los cuales las escapatorias, legales o extra-legales, siempre
están al alcance de su mano, si es que no son los inspiradores intelectuales de la panoplia de disposiciones fiscales : no es sino otra nueva faceta de la
misma esencia corrupta que todo lo impregna [exactamente como sucedía
en el S XVIII. Tocqueville, de nuevo, lo relata en El
Antiguo Régimen y la Revolución].
Por otro, la aplicación al sujeto contribuyente de un principio de culpabilidad/delictividad fiscal contra el que deberá proveerse de un formidable arsenal de pruebas si quiere salir airoso de las acometidas, justificadas o no, de la recaudación.
El Roto [2013/10/07] |
Así
que lo dicho, tal y como se nos presentan digo, y les animo a que digan: “¿Impuestos? No,
gracias”
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