LA INCONSCIENCIA
COLECTIVA CONDUCE A LA CATÁSTROFE [2º apunte revisado]
La tesis que comento en
lo que sigue es que la falta
de instrucción favorece el desarrollo de la corrupción –el tumor que corroe a la Nación, a la
que ha sumido de nuevo en estado crítico– y que esa instrucción se pone a
disposición del cuerpo social, “al por mayor” por entendernos, por dos vías que
se complementan: la escuela y la prensa [en todo caso el cuadro debiera ser elaborado con más
sosiego, método y calado, me contento con ofrecer estos trazos].
París. Estatua de la Libertad |
Opino que en el
instante último en el que las personas deciden, optan por una u otra
alternativa, su libertad es prácticamente toda. Quiero decir con esto que en la
mayor parte de las situaciones ordinarias las decisiones no se toman en función de la
coacción manifiesta de un agente externo, sino que son las propias
circunstancias del individuo, y su conformación como tal, las que las inducen.
O dicho de otra manera: es el bagaje con el que cada uno deambula aquello que determina,
las más de las veces, sus conductas.
Pero el bagaje no es
algo hermético; ni tan siquiera cerrado. Ni viene predeterminado
inequívocamente desde la cuna. En su conformación, en el modo liberal de
organizar la convivencia propio del occidente en el que nos desenvolvemos, los
individuos disponemos de un margen de libertad relativamente amplio:
no son escasos los recursos que se ofrecen a nuestro alcance. Y lo sabio es
adquirir aquello que nos ayuda a conocer, a sabiendas de lo que ello conlleva de esfuerzo,
de trabajo y de dedicación. ¿Cómo, si no, hemos llegado desde Atapuerca hasta
aquí?
La escuela es la herramienta de preparación de
las generaciones que renuevan el paisaje humano. La LOGSE lo que supuso, en su
espíritu y en su práctica –que prosigue porque ahí está–, no fue sino la
trivialización e infantilización de la preparación; la conformación de sujetos
pasivos e irresponsables a todo lo largo del tramo decisivo que supone la
enseñanza secundaria .
Jean F. Revel dejo
definitivamente sentada la responsabilidad de sus profesores:
«son ellos quienes transmiten el conocimiento, o lo que ocupa su
lugar, quienes moldean la cultura en su raíz y tienen en su mano la llave que
abre a cada generación el acceso a una representación del universo,…
... son, tal vez, los más influyentes en la visión del mundo de una
sociedad: los maestros de segundo grado que forman a los niños y a los
adolescentes desde los 10 a los 18 años» [*].
En esa etapa decisiva la
apelación al esfuerzo y al trabajo se elude de modo sistemático, por obstáculo
y grave impedimento al dolce far niente. Sería bueno analizar la
influencia de esa persistente lluvia fina, de procedencia católica [no cristiana, ojo, pues en el
ámbito protestante el enfoque es sustancialmente diferente] que de siglos
impregna muchas conciencias: “ganarás en pan con el sudor de tu frente”; ¿cómo
sostener, en rigor, que el trabajo resulta castigo divino...?
Aceptarlo es ir en
contra de la evidencia. El esfuerzo de quienes nos precedieron –de cuyas
aportaciones al saber somos beneficiarios– y de nuestros contemporáneos –que
hacen posible su sostenimiento–, es precisamente el manantial de aquello de lo
que disponemos, en particular del bienestar material del que disfrutamos.
Presentarlo como maná
inagotable, caído del cielo y como derivado de la naturaleza de las cosas, es algo que, de nuevo, carece de
la mínima consistencia: lo evidencia lo alejado que se halla tal bienestar de
ser universalmente disfrutado. Y proseguir por esos vericuetos supone podar las
raíces del árbol que nos alberga; socavar las bases de los cimientos que nos
sostienen.
En resumen, cuanto menos formación se ofrece y
requiere de quienes nos han de relevar, cuanto más se les embrutece
banalizando la responsabilidad, estableciendo ridículos umbrales de exigencia y
fomentando unas tan estériles como estúpidas conductas hedonistas, como si
aquello de lo que disponemos surgiera de la naturaleza de las cosas, menor
resulta su capacidad de elección en lo que requiere un razonamiento elaborado,
más exiguos sus campos de análisis, de valoración y de expectativas, mayores
las limitaciones a las que se les aboca; mayor sometimiento latente o explícito.
La prensa,
los medios, aquello que en algún
momento tuvo un valor de contrapeso en cuanto “cuarto poder”, ha renunciado a
ser la continuidad de la escuela como recurso de formación
permanente de adultos mediante la forja de opinión recta.
Sólo la lleva a cabo de
manera tan intermitente como excepcional y, en general, no deja de ser un mero
soporte publicitario devenido casi siempre herramienta de adoctrinamiento para
el sometimiento.
Vendedores de ruido, en
muchos casos; porque se trata precisamente de eso, de generar el ruido que
distrae la mirada a lo que verdaderamente mina ese árbol del que hablé. El
reciente “debate”, lance de reminiscencias goyescas, nos acaba de ofrecer
otra evidencia al reponer en el centro de la escena a un “moderador”, el Sr.
Campo Vidal, fundamentalmente empresario de la comunicación; es lo que creo
aunque pueda estar equivocado. El aforismo del “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos” hecho vida otra vez:
pura publicidad para él. Y a buen seguro que actuación bien retribuida, para
mayor vilipendio del respetable contribuyente; el negocio no pudo ser más
pingüe. Posiblemente otro caso de trasvase poco acertado de recursos.
Pero no focalicemos la
atención en una vieja gloria
del periodismo, sino en los más, en la media,
en la sede de la mediocridad [MEDIOCRE. adj. de una term. Lo mismo que Mediano. Es voz Latina
Mediocris. Diccionario de Autoridades , Tomo IV, 1734]. Porque los trazos
generales con los que pinto la institución afecta a un colectivo de
profesionales totalmente heterogéneo; no podría resultar de otra forma. Por eso
el juicio ha de matizarse: entre ellos las diferencias son también de calado.
Pero como en toda distribución “natural” lo que más abunda es la mediocridad que refiero.
Y en otro mísero
proceso de retroalimetación resulta bastante evidente el señalar que muchos de
estos profesionales –criaturas amantadas en las ubres de la Logse de mano de “maestros”
que en lugar de instruir para la libertad han insistido y persistido en el
adoctrinamiento para el sometimiento– están tan próximos al tono amarillo que no me merecen la
consideración de “periodistas” en su más noble sentido.
O se instruye, o se
entretiene, o se da fiel imagen de la realidad con rectitud; si no, lo que se
ofrece resulta mero chismorreo que adormece para el sometimiento y la
actividad se torna lamentable. El “Poder sin responsabilidad” que Stanley Baldwin
espetó a los magnates de la prensa londinense Lords Beaverbrook y Rothermere,
allá por 1931, cuando la cosa era aún mucho más “artesanal”; mucho más limpia
por lo limitado del impacto de ese 4º poder.
Acabo este apunte.
"... es astucia de tiranos
embrutecer a sus súbditos”, constató el aquitano Etienne de la Boëtie en el XVI.
"... aunque los españoles
tienen ingenio, capacidad y medios suficientes para restaurar su país, no
lograrán hacerlo; y aunque enteramente capaces de salvar su Estado, no lo
salvarán porque les falta voluntad de hacerlo", dijo de nosotros el veneciano
Foscarini, el último embajador de la República de Venecia, en la corte de
Madrid, antes de que llegara el alba de la “modernidad” del XIX .
Es lo que hay; o a mi
me lo parece. Como poco.
[*] Jean-François Revel. El Conocimiento inútil. Austral, (6ª ed.) 2007. p. 373. El
párrafo lo reproduzco en su literalidad. Todo el capítulo del que se cita, La traición de los Profes,
merece ser destacado por la certeza y rigor de sus apreciaciones acerca de la
instrucción de nuestros jóvenes.
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