[11] LA ESPIRAL LIBERTICIDA: ESCUELA Y PRENSA.
LA
INCONSCIENCIA COLECTIVA CONDUCE A LA CATÁSTROFE [2º apunte]
Hice referencia a la
tolerancia del cuerpo social, que elude la genuina ciudadanía, la conducta
responsable en la plaza pública,
como factor coadyuvante, determinante acaso, en la expansión del tumor de la
corrupción que ataca a la Nación. Decir que la Nación va camino de caer de nuevo en estado crítico a no mucho tardar no parece nada original. Yo mismo hice mención a ello, lo digo sin aspaviento alguno, en ¿Crisis? Crisis no, agonía, lectura de uno de mis primeros intentos de expresar de forma aseada lo que pensaba, a la que remito al lector interesado en conocer su contenido.
Para concluir este apunte –el cuadro debiera ser elaborado con más sosiego, método y calado–, paso a comentar brevemente algunos rasgos del aspecto referido.
Estatua de la libertad a orillas del Sena |
Soy de la opinión de que en el instante último en el que las personas adoptan una u otra
decisión, su libertad es prácticamente toda. Quiero decir con esto que en la
mayor parte de las situaciones ordinarias las decisiones no se toman en función de la
coacción manifiesta de un agente externo, sino que son las propias
circunstancias del individuo, y su conformación como tal, las que las inducen.
O dicho de otra manera: es el bagaje con el que cada uno deambula aquello que
determina, las más de las veces, sus conductas.
Pero el bagaje no es
algo hermético; ni tan siquiera cerrado. Ni viene predeterminado
inequívocamente desde la cuna. En su conformación, en el modo liberal de organizar la convivencia propio del occidente en el que nos desenvolvemos, los individuos disponemos de un margen de libertad
relativamente amplio: no son escasos los recursos que se ofrecen a nuestro
alcance. Y lo sabio es adquirir aquello que nos ayuda a conocer. La escuela y la
prensa son dos de esos recursos.
La primera es la
herramienta de preparación de las generaciones que renuevan el paisaje humano.
Si esta preparación se trivializa, se infantiliza, se ofrece como obstáculo y grave impedimento al dolce far niente, o se presenta como maná inagotable y caído del cielo,
en contra de lo que ha supuesto y supone de esfuerzo de quienes nos
precedieron –de cuyas aportaciones al saber somos beneficiarios– y de nuestros
contemporáneos –que hacen posible su sostenimiento–, estamos podando las raíces
del árbol que nos alberga; socavando las bases de los cimientos que nos
sostienen.
Cuanto menos formación
se ofrece y requiere de quienes nos han de relevar, cuanto más se les embrutece
banalizando la responsabilidad, estableciendo ridículos umbrales de exigencia y
fomentando unas tan estériles como estúpidas conductas hedonistas, como si
aquello de lo que disponemos surgiera de la naturaleza de las cosas, menor resulta su capacidad de
elección en lo que requiere un razonamiento elaborado, más exiguos sus campos
de análisis, de valoración y de expectativas, mayores las limitaciones a las
que se les aboca; mayor sometimiento latente o explícito.
[He de referirme algún
día con algo más de extensión a la "escuela", institución que representa de modo
ejemplar, a mi modo de ver, la esencia cooperativa de la especie.]
La segunda, los medios, aquello que en algún momento tuvo un valor de
contrapeso en cuanto “cuarto poder”, ha renunciado a ser la continuidad de la escuela como recurso de formación permanente de adultos mediante la forja de
opinión recta.
Sólo la lleva a cabo de
manera tan intermitente como excepcional y, en general, no deja de ser un mero
soporte publicitario devenido casi siempre herramienta de adoctrinamiento
para el sometimiento.
Vendedores de ruido, en
muchos casos; porque se trata precisamente de eso, de generar el ruido que
distrae la mirada a lo que verdaderamente mina ese árbol del que hablé. El reciente
“debate”, lance de reminiscencias goyescas, nos acaba de ofrecer otra evidencia al
reponer en el centro de la escena a un “moderador”, el Sr. Campo Vidal,
fundamentalmente empresario de la comunicación; es lo que creo aunque pueda estar equivocado. El aforismo del “Ladran,
Sancho, señal de que cabalgamos” hecho vida otra vez: pura publicidad para él. Y a buen seguro que actuación bien retribuida, para mayor vilipendio del respetable contribuyente; el negocio no pudo ser más pingüe. Posiblemente otro caso de trasvase poco acertado de recursos.
Y quede bien claro que
los trazos generales con los que pinto la institución afecta a un colectivo de
profesionales totalmente heterogéneo; no podría resultar de otra forma. Por eso
el juicio ha de matizarse: entre ellos las diferencias son también de calado.
Pero como en toda distribución “natural” lo que más abunda es la mediocridad,
lo que está en medio [MEDIOCRE. adj. de una term. Lo mismo que Mediano. Es voz Latina
Mediocris. Diccionario de Autoridades , Tomo IV, 1734].
Son bastantes los que no me merecen la consideración de “periodistas” en su más noble sentido, porque, a mi juicio, o se instruye o se entretiene o se da fiel imagen de la realidad; todo ello con rectitud. Cuando lo que se ofrece está más cerca del chismorreo que adormece para el sometimiento, la actividad se torna lamentable. “Poder sin responsabilidad” que Stanley Baldwin
espetó a los magnates de la prensa londinense Lords Beaverbrook y Rothermere,
allá por 1931, cuando la cosa era aún mucho más “artesanal”; mucho más limpia
por lo limitado del impacto de ese 4º poder.
Acabo este apunte. "... aunque los españoles tienen ingenio, capacidad y
medios suficientes para restaurar su país, no lograrán hacerlo; y aunque
enteramente capaces de salvar su Estado, no lo salvarán porque les falta
voluntad de hacerlo", dijo de nosotros el veneciano Foscarini, el último
embajador de la República de Venecia, en la corte de Madrid, antes de que llegara el alba de la
“modernidad” del XIX .
"... es astucia de tiranos embrutecer a sus súbditos”, constató el aquitano
Etienne de la Boëtie en el XVI.
Es lo que hay; o a mi me lo parece. Como poco.
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