Ahora recuerdo, cuando la última hoja del calendario vuela hacia el reposo, que no presté atención a las enormes bandadas
de estorninos que rasgaban los atardeceres, y las sombras que con ellos se
cernían, al paso del otoño que atrás queda. ¿Dónde estaban sus dormideros?,
¿dónde hallaban resguardo?.
5 o 6 años atrás, las tres o cuatro píceas de vago recuerdo [¿o no eran píceas?] que
emergían tras un paño de tapia mixta, con base de obra rematada en valla de forja, la cerca rasgada de una porción del seminario justo frente a un edificio esquinero, acogían en esos atardeceres su ruidosa algarabía acompañada de la inevitable huella de su alto. Entre lo uno y lo otro el dormidero acabó por dejar de serlo, y el paso por ahí no es sino otro tramo anodino más de acera.
Esas conversaciones ininteligibles de trinos que transcurren sobre
nuestras cabezas, chácharas ociosas de sus huéspedes, estorninos, gorriones..., siempre me sorprenden.
ESTORNINOS AL ATARDECER. [Owen Humphreys]
¿Y las personas...? ¿acaso no
tenemos algún parecido?... bandada alojada en las ramas del árbol del saber, a cuyo
tronco poco caso hacemos y de cuyas raíces ignoramos casi todo, en incesante
plática babeliana.
Especie curiosa esta autodenominada sapiens. Que aun sometida a
casi todas las leyes que la biología ha prescrito para todas las demás, hace uso de un atributo singular: la capacidad de formularse preguntas, o de su correlato, la de leer [formulación
del hecho distintivo que no pretende excluir otras posibles, acaso más
elaboradas o referidas a cuestiones previas].
De ahí la importancia esencial de
leer. Se han ofrecido mil y unas razones acerca de la importancia de tal hecho,
pero yo destacaré la importancia radical del modo que tuve que poner en juego:
el que me permitió aprehender [Tomar
y asir las cosas, retenerlas, y traherlas à sí: lo que con propriedád se
entiende de lo que el entendimiento concibe, piensa, imagína y retiéne con
veheméncia. Dic. de
Autoridades, T1; 1726], apropiarme de los conceptos y
formulaciones de la Física, bien áridos en ocasiones.
Más que lectura,
escrutinio. Sustantivamente diferente al que se pone en juego en otros ámbitos,
porque cada lectura ha de adecuarse al texto al que concierne. Otro elemento
que determina el modo en el cada cual se forja... y se expresa.
Porque la Física hace uso de conceptos que, las más de las veces, se representan mediante magnitudes, elementos mesurables porque hay un acuerdo establecido al respecto. Los términos empleados tienen un significado inequívoco: no hay ni
anfibologías ni polisemias que valgan. La confusión propia del lenguaje
ordinario no tiene cabida en los categóricos enunciados de sus Leyes, expresadas en el lenguaje universal de las matemáticas, el único común a la especie.
Eso no ocurre en los campos del saber humano propios de las gentes de
letras ... "En estos versos, lo que el poeta quiso decir...", que oía en mis
clases de Literatura; es decir, la incertidumbre de lo un tanto arbitrario.
Luego llega la
comprensión de lo que subyace, lo implícito, la aprehensión de lo que la formal
sobriedad del enunciado categórico alberga. Es lo que acaba de colmar el vaso
del contenido, vaso que por lo general ha de ser abastecido por mano maestra:
ahí está la esencia del magisterio, en el hecho de la transmisión. Y cuanto más
eficiente sea el proceso, mejor que mejor.
No por ello faltan las
proclamas de quienes propugnan el aprendizaje–"descubrimiento",
o el aprendizaje–"juego", como genuinas vías de aprehender. No es sino el
resultado de aquellos que practican sublimes juegos del espíritu, como
pasatiempo, al no tener mayores problemas que resolver. En cuanto a
descubrimientos, no es que carezca de sentido re–descubrir la Ley de
Gravitación Universal, hace ya tiempo establecida, sino que además
solo un genio singular es capaz de semejante prodigio. Entonces, ¿a qué perder
el tiempo con sandeces?. Y en cuanto a juegos, jugando sólo se aprende a jugar,
al igual que escribiendo se va aprendiendo poco a poco a escribir, o tropezando
en la tierna infancia, a caminar erguido. Evidentemente en el puerto de Palos
tales predicadores ni están ni se les espera: ¡que se embarquen otros en
carabelas! Ellos ya conocen la receta de como adquirir un sólido conocimiento de
la realidad del continente nuevo, que constituye en sí su propio y vasto
saber.
Pero retomemos el hilo. El saber
acumulado lo es porque está escrito y así es como podemos
disponer de él [la escritura, y su extensión a la imprenta,
herramientas que nos permitieron acumular saber de modo industrial cuando las
capacidades de la memoria, como soporte de almacenamiento, estaban más que
excedidas].
Lo es porque, en nuestra búsqueda de
respuestas a las preguntas que nos hacemos, en ese ser personas que nos distingue como especie, podemos
leer. Importancia esencial, rotunda y radical que quiero que quede clara.
SALA DE LECTURA. BIBLIOTECA CENTRAL, NY.
Y si bien todo el saber está
escrito no todo lo que está escrito merece la consideración de saber, ¡de cajón!
Gran número de estupideces se conservan desde que hay libros, y enorme
el número de cosas inteligentes, y definitivas, escritas en ellos.
"Pero es en los autores más clásicos, y a
quienes menos se acude, donde hay que ir a encontrarlas...", nos dijo JF Revel.
Ciertamente es inherente a la
condición de persona el hacerse preguntas, pero no todas contribuyen del mismo
modo a su conformación como tal. Además son comunes ciertas confusiones: entre
sabiduría y conocimiento, entre conocimiento e información, y, en fin, entre
información y adoctrinamiento. La gama de matices aquí también es inagotable.
Por eso abunda el
mirar sin ver, el oír sin escuchar, el pasear miradas por
páginas repletas de hileras e hileras de garabatos, sin verdaderamente leer.
Lástima.
Ahora bien, no es cuestión de afligirse: la lectura es uno de los mejores burladeros que conozco para resguardarse de las embestidas de la cruda realidad. ¡Como para desdeñarlo! En estos momentos menos que nunca, claro.
NOTA. Artículo disponible en [13]_DE_LA_LECTURA...
NOTA. Artículo disponible en [13]_DE_LA_LECTURA...
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