[05] J. A. MARINA Y LA "EDUCACIÓN"
Imagino a Rajoy & Maravall por una parte (Rajoy, un muy calamitoso y despreciable presidente de gobierno por el PP entre 2011 y 2018; Maravall el muy pernicioso ministro de educación en los gobiernos de F González entre 1982 y 1988, promotor del destrozo del sistema de instrucción pública con la LOGSE por instrumento). Por otra, a Felipe González y a Wert (Felipe González, promotor, o al menos cómplice, del terrosimo de estado del que Rafael Sánchez Ferlosio trazó magistral semblanza en CUESTIÓN DE COLORES_1985/09/28; Wert, José Ignacio, un sinsustancia como la copa de un pino que dejó huella imperecedera de su nulidad al frente del ministerio de educación entre finales de 2011 y mediados de 2015). Ambos dúos, formando parejas de cuota prestas a
recibir numerosos doctorados “***... causa” por cualquiera de las prestigiosas
universidades que salpican nuestro solar patrio.
Como el tándem Cebrián–Ansón,
vamos. Si estos por su
huella imperecedera en el "arte y ciencia" periodística [a decir de Ansón, otro majadero de cuidado], aquellos por su decidida contribución a la "indiscutible excelencia" de nuestro sistema de instrucción pública. Cada
cual en lo suyo, y a cada cual lo suyo...
No obstante el
asunto –nuestro sistema educativo (pfv.: no se ría, así se suele denominar al sistema nacional de guardería)– aún admite perfeccionamiento, y como no hay bien que por mal no venga,
la ocasión ofrece pingües posibilidades a marinos (&Marinas) dispuestos a esquilmar
caladero que se ofrezca porque, desde que el hombre lo es, ni han faltado, ni
faltarán, pícaros dispuestos a deslumbrar con maravillosos retablos, ni
crédulos prestos a caer en el embauco, y menos si se cae por cuenta de los
presupuestos generales; así es nuestra condición. Por otra parte la infamia acaba por extinguirse en la pira del olvido, pero la condición de ex–ministro no caduca ¡menuda bicoca!.
Marina (JA) reúne, como
poco, una doble condición: testigo en carne propia de la debacle del sistema de instrucción pública que provenía del cuarentañismo devenido “experto”. Para mí, sabio oficial que actúa de placebo retórico–cultural de la plebe. La
retórica consiste, como se sabe, "en creer, y hacer creer al auditorio, que con el empleo de una cierta jerga se resuelven los problemas; es el
truco que sustituye a la solución" [JF Revel].
A mediados de
octubre pasado la UR, el nº1 de todos los campus universitarios de la Rioja y único existente, le invitó de nuevo a impartir
saber.
Esta vez, animado por el amigo JM Molina, acudí a escuchar sus propuestas [otra sesión que tenía que concluir
rápidamente para coger un tren que le llevara a un AVE... desplazamiento en el
que trabajaría arduamente en la preparación de su próximo best–seller, pensé; bolos bien retribuidos, supongo, de una manera u otra, o de varias a la vez].
Marina tiene
muchas tablas, eso es innegable. Dice algunas cosas muy sensatas, salpicadas de otras no tanto –incluida gracieta anti–Wert para regocijo del
respetable, y quizás de su mecenas el actual ministro–anécdota, otro/a más–. Y disertó acerca de su recetario ¿infalible? para transformar el tinglado de
ruinoso en exitoso: casi me dan ganas de felicitar a los españoles ¡al fin hay alguien
que tiene la clave de la solución!
Lástima que, ya de
entrada, me sembrara toda suerte de dudas al confesar que, a los 17 años, a
él “lo que le gustaba era bailar” [tal cual, más o menos]. Yo lo traduje como
que –por las razones que fuera– la pura racionalidad de las matemáticas y de la
física le resultaban inaprensibles, y por eso se fue a transitar por los
meandros de la filosofía; en aquellas épocas así era como se dirimía el futuro
en muchos casos.
En su exposición
hizo uso de la tecnología disponible: micrófono inalámbrico y power–points,
etc., por descontado. Ahí están. Y para eso.
No obstante, en su
charla, denominada algo así como que el SXXI “... la era del aprendizaje” [y
todas las precedentes, ¿qué han sido?, me dije], y pese a lo docto del público,
eché en falta que estableciera tres premisas, básicas y
esenciales en mi opinión, respecto de las que se guarda demasiado mutismo:
-primero: la
separación nítida entre educación e instrucción; de cómo ha evolucionado la
asignación de responsabilidad al respecto y qué consecuencias derivan de ello;
-segundo: un
“discurso”, siquiera sucinto, de qué representa la escuela como institución y,
-tercero: el por qué de la actual realidad.
Como pregunté a la vecindad sobre estas cuestiones, previas a cualquier otra construcción, y no obtuve sino encogimientos de hombros, dejo abierto el
flanco para mejor ocasión.
Marina tiene un
encargo del actual ministerio. Y está desplegando equipos de sociólogos para
hacer el trabajo de campo con el que hacer un diagnóstico de lo obvio por manifiesto: la absoluta inanidad del servicio nacional de guardería.
Presupuestos generales del estado en juego.
Ahí ha actuado en liberal puro: “Ud. ministro
quiere saber"; "Yo, Marina (JA), SL. [o SAU, la figura societaria que sea] le ofrezco mi bálsamo de fierabrás;
únicamente tenemos que acordar el precio de la transacción”. Y acuerdo alcanzado.
Pero Marina y sus equipos adolecen de lo que sigue:
-ningún filósofo, como él, ha aportado recientemente ninguna idea novedosa acerca de nuestro devenir, al menos que yo conozca;
-de ningún filósofo, como él, ni de ningún sociólogo como los de sus equipos, tampoco conozco aportación alguna a la mejora de las condiciones efectivas de vida de mis semejantes;-no obstante, él, sus equipos, su mecenas–ministro, y en general todas esas gens de lettres encaramadas al pastoreo de la grey, que se rinden homenaje a sí mismos con pasmosa facilidad, recordarán vagamente, de manera difusa, alguna vez, a los hombres de ciencia. Aquellos de cuyo trabajo han surgido los AVEs, los power–points, o el instrumental del quirófano en el que la gente se somete a la colocación del by–pass o el marcapasos. O como sucediera con las autoridades UK y el Profesor Weizmanm, y ya al límite de la eterna lucha entre barbarie y civilización: ¡sálvenos/sálvennos!
Es más, existe un
correlato temporal más que evidente entre intervención de psicopedagogos en los diseños
de las políticas educativas y regresión en los niveles de instrucción con los
que egresan los estudiantes del tramo obligatorio; está más claro que el agua.
Me malicio que Marina no cuente con la voz de personas que ofrezcan un sustrato científico y la aplicación de
su método a lo que tanto nos incumbe, método que incluye el ser capaz de partirse el colofón de la espalda para desentrañar la pura racionalidad físico–matemática; otro recurso de la especie.
Y la expulsión de facto de los científicos en casi todo debate público–político acerca de lo actual, coto exclusivo des gens de lettres, es puro hecho empírico.
Así que mejor no
preguntarse cómo van a ser capaces de resolver el problema aquellos que jamás
han resuelto alguno. Que Marina no se lo cuestione no puede extrañar, porque hay empresas a las que dedicarles 24 horas al día bien vale
la pena. Y como decía el paisano: "hay que regar cuando baja agua".
***
Marina, Gabilondo (Ángel, del que sus alumnos en época de profesor corazonista recuerdan sus magnos pescozones) y Garicano (Luis, uno de los que se cree poseedor de una inteligencia superior y distinta a la de los demás mortales, pero que no deja de ser un siniestro necio de 7 suelas en materia política) coinciden en algo: cuando les he preguntado acerca de esas cuestiones
esenciales, o tratado de hacerlo, han quedado callados, ahítos de saber y de
dignidad.
Al primero tras ese reciente paso por Logroño; a Gabilondo tras su "debate" con Pilar del Castillo en la fundación Del Pino hace poco más de un año; a Garicano a resultas de su Son las matemáticas, estúpido , artículo de noviembre de 2012. Como sucede que he sido
profesor durante bastante tiempo, entiendo que la esencia del menester incluye –precisamente– la de contestar cuando se es preguntado. Por eso sus silencios no son nada edificantes: pésima carta de presentación.
Y no digo que no
me pueda equivocar. Lo que ocurre es que se puede ser totalmente certero en
ciertas apreciaciones y, a la vez, absolutamente parcial, incompleto: beocio por parcelas; no hay
incompatibilidad entre lo uno y lo otro. Y ahí te veo, Marina.
Así que JA, te
digo ¡ja! con todo mi sarcasmo. Lo que espero* creo que tendrá bastante de birlibirloque de palabras envueltas en celofanes; eso sí, serán presentadas con toda pompa y boato, descuida.
*Me refería al resultado de ese encargo ministerial que, al día de hoy, 24May2022, supongo que se abonó puntualmente para ir a engrosar los acopios de papel de reciclaje.
NOTA. Los paréntesis explicativos de aspectos de los personajes citados se han añadido el 22/11/2021. Por ser un artículo que recibe visitas, he estimado conveniente añadirlos para mejor orientación de potenciales jóvenes lectores.
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