Ya he relatado cómo Horacio Vázquez Rial me indujo a la lectura de La agonía..., y de cómo Chaves se adentró de inmediato en mi campo sentimental, íntimamente ligado a la memoria de mi abuelo Vicente Grau y las vicisitudes de su exilio de febrero del 39: su paso por el campo de concentración de Argelès, las CTE del gobierno Daladier, el chantier de la base submarina de Bacalan, en Burdeos, que ejecutaba la organización Todt para los nazis, y, al cabo, un GTE del gobierno de Vichy, antes de retomar una vida de exilio "normal".
Esa lectura alumbró las primeras perplejidades y curiosidades.
Un ejemplo. En la contraportada de La agonía..., en mi edición de 2010 de Libros del Asteroide, se anota una reseña de Jose Mª de Goicoechea en Tiempo: "Era necesario recuperar la obra, y también la figura, de un periodista como Manuel Chaves Nogales, independiente, íntegro y destacable escritor". Afirmación que chocaba con lo que leía en la p. 13, "Cada dia, un grupo de periódicos americanos..., cada dia la Radio Francesa para España ...divulgaba mis comentarios inspirados en las consignas directas del Quai d'Orsay", o en la 135, en la que Chaves se dice censor, en la emisiones de radio en lengua española, sobre la prosa excelsa de Giraudoux. ¿Qué valor tiene el significado del calificativo? ¡Ah!. Naturalmente trasmití mi opinión a la editorial en un correo de mayo de 2010.
La curiosidad, naïf por completo, únicamente se centraba en conocer el nombre del contratorpedero que surca el estuario de la Garona bajo el tremolar de la enseña de la Unión Jack.
Es la que me ha llevado –con especial intensidad desde el pasado mes de mayo, a todo lo que luego he sacado a la luz.
Bien antes, satisfice el empeño de ver el tocón que señala el lugar del enterramiento del sevillano en el londinense Fulham North Sheen Cemetery, para lo que dispuse de unas ayudas sin las cuales no sé cómo hubiera alcanzado mi propósito; la de William Chislett, en primer lugar, la de Maribel Cintas, a quién llegué por William –dado mi absoluto desconocimiento de Chaves y de sus estudiosos, poco después.
El episodio me resultó especialmente grato, y con el bagaje del que disponía por entonces acerca del reportero, publiqué las entradas [43] En la estela de Chaves Nogales, I, y [45] En la estela de Chaves Nogales, II (de mayo de 2018), que vuelvo a citar con agrado: las precedía [30] Londres, 1940, un tríptico impresionista (de mayo de 2016).
En cuanto a lo más reciente, tanto en lo relativo al fallo del Primer Premio Periodístico Internacional Chaves Nogales, como en lo referido al relato que ofrece Maribel Cintas de la evacuación del sevillano –de Burdeos, en su Andar y Contar II, creo haber dado cumplida cuenta de su transcurso y de mis opiniones.
Mis asertos acerca del premio no han recibido objeción alguna. Ni en Sevilla, ni en Barcelona; ni por algunas personas del jurado, ni por la propia Mª Paz López, la periodista galardonada; ni por las personas citadas en el artículo, ni por el "entorno oficial" Chaves Nogales... Tampoco difusión.
Mi verdad –la verdad histórica avalada por los documentos aportados no puede competir con la verdad que establecen los media, por muy falsa que resulte. Lo innegable es que el ruido mediático que acompañó al desaguisado del premio ha sido tan copioso como el silencio deparado a las pruebas incontrovertibles con las que he evidenciado el desatino.
Así que he de confiar en que Gracián acierte, y que la verdad –la que establezco, acabe por abrirse paso aun llegando tarde y coja. Confianza que no resulta impedimento para señalar el mutismo de personas bien relevantes, de entre los estudiosos de Chaves, receptoras de los avisos. Mutismo absoluto, silencio sepulcral. Allá ellos con su honestidad intelectual y su apego a la verdad (¡Como para prestar oídos a los apologetas de la memoria histórica...!)
Ni que decir tiene que mis averiguaciones son deudoras de las muy numerosas ayudas recibida de personas, bibliotecas y otras entidades a las que me he dirigido y consultado; no me duelen prendas decir que mi punto de partida estaba prácticamente en blanco (lo cual impidió apriorismo alguno acerca del personaje y su circunstancia, que no es mala compañía en la andadura).
Sería prolijo enumerarlas; tampoco estoy persuadido de que este sea el lugar más apropiado; me limitaré a señalar las recibidas de la BNF, biblioteca nacional francesa, clave para iniciar la indagación; la de los Archivos Churchill, a través de Hannah James; y la del team de la Biblioteca de Plymouth, que particularizo en Grace Clemens. La del François Jougleux, de la biblioteca de la Universidad Michel de Montaigne, de Burdeos, también merece ser anotada aquí.
Juan Belmonte. Killer of bulls. |
Del "entorno Chaves" han surgido efímeros acercamientos, que me han ofrecido datos bien valiosos. Tengo la impresión de haberme acercado a la epidermis de una burbuja compleja, en la que son palpables varias facciones bien determinadas, claramente separadas entre sí. A mi modo de ver, un dominio envuelto en brumas, nebuloso, un tanto opaco, poco receptivo en lo que me concierne. Y nada dado a contribuir a la difusión de mis aportaciones; quizás más bien todo lo contrario.
Puedo aventurar algo parecido en lo relativo a lo que he comentado de VI. Nuevo destino: Inglaterra,.
No obstante, como en todo, puedo presentar una gran excepción: la de la propia Maribel Cintas, cuyo talante investigador he percibido con rasgos bien nítidos. Su trato amable, reconocimiento a mis modestas aportaciones, ganas de conocer, y de conocerlas en detalle por lo que puedan tener de interés, me merece todo respeto y gratitud.
Mi Escrutinio lo he presentado en los términos en los que lo he hecho porque no sé hacerlo de otra manera, aunque sospeche que mi lenguaje, bastante directo, no es muy bien recibido por lo general (me sorprende –si a estas altura me cabe emplear esa voz, que sus primeras notas, las que recoge [146-2] hayan tenido bastantes menos lectores que las demás; ¿?).
Me he visto impelido a realizarlo por puro apego a la verdad histórica de la que tengo prueba, y a la honestidad intelectual que invoco (la de Maribel está acreditada más que de sobras en lo que conozco, pero esa guía a nadie exime de errores). Añado que he tratado de impregnar cada una de mis frases de pulcritud, rigor y respeto expresivo: lo que corresponde a la minucia con la que escruto a los demás, pero –repito, nada evita la posibilidad de errar, por descontado.
Hacer esos señalamientos no ha sido tarea grata, más aún por haber estado precedidos, poco tiempo atrás, de objeciones de grueso calado al galardón periodístico concedido a finales de 2021. Y por afectar a Maribel Cintas, precisamente, cuya autoridad intelectual me merece total respeto.
Llegado a este punto, deseo pasar página a estos lances que me han procurado sentimientos encontrados; los muy gratos que reporta la averiguación y el logro de documentos que la respaldan, y los amargos que derivan de tener que señalar errores (caso del cap. VI), o falsedades e inconsistencias (caso del artículo Rotspanier) de mano de terceros (que, en todo caso, creo haber acreditado debidamente).
Para acabar, animo a los lectores de estas líneas a manifestar su parecer con toda libertad. El apartado de comentarios está abierto, a su disposición, y esa realidad poliédrica que denominamos verdad, saldrá sin duda beneficiada de esas aportaciones. Las espero.
En todo caso, dejo constancia de mi agradecimiento a todas las personas que se han visto acometidas con mis preguntas para distraerse de sus asuntos y prestar atención a uno ajeno. Y, por supuesto, a todo aquel que haya llegado hasta aquí.
F Caro. 10.03.2022.
Lo de la cuestión problemática y tan española del Premio Periodístico Epónimo se me ha escapado leerlo, pero estoy seguro que si callan es porque no tienen la verdad.
ResponderEliminarGracias Martín Miguel.
ResponderEliminarEn el entorno de Chaves, unos declaman en tribunas y estrados, exentos de responsabilidad -la libertad de edición es la de los editores de los medios de edición a decir lo que les parezca y silenciar lo que les plazca.
Yo, en incursiones muy delimitadas, proclamo verdad con el respaldo de las fuentes y documentos que la apuntalan.
El precio que pago por mi libertad es el de la soledad; la exclusión -de facto- que supone apocar lo (poco) que aporto, con el terrible silencio cómplice de los que pudiendo divulgar, silencian, y, pudiendo instruir, ocultan.
Fue Juan Pablo II quien rehabilitó a Galileo en 1992; no hay sorpresa.
Menos, cuando no estás ni con unos ni con otros: ¡anda que no lo supo en persona el propio Chaves N.!